DE RABIA Y MIEL
Ellos verán
Es infinitamente mejor ser bobo que malo. Soy el más elegante de todos los listos. Soy el más feliz de todos los tontos
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Iniciar sesiónHay revelaciones que te hacen cambiar el chip. Momentos, experiencias y frases que te marcan. No hablo solo de episodios especiales; con frecuencia los más mundanos son los que más mella hacen en nosotros. Hay que pasar por ellos, vivirlos en tus propias carnes, para ... subir una especie de escalón desde el que crear una perspectiva íntima. No, no todos vemos las cosas de la misma forma, los ángulos y las circunstancias son infinitos, pero sí que compartimos una travesía universal llena de etapas a las que acabamos llegando.
Hay muchos hitos típicos en la existencia. Por ejemplo, cuando llegas a la conclusión de que tus padres no son inmortales, cuando te tropiezas con el momento de entender que las ilusiones son mentiras hermosas, como la de la paleta bajo la almohada o los tres vasos de leche sobre el mueble de la entrada. Como cuando te coscas de que el dinero no crece de los árboles o cuando caes en la cuenta de que el hombre con el perro que te dice que si le puedes comprar una barra de pan, que se ha dejado la cartera en casa, en realidad no tiene casa ni cartera ni nada que echarle a ese pan.
Existen muchos vuelcos de esos en los que uno se siente extranjero dentro de su cuerpo, voladuras de realidad. Como cuando se abre un abanico de posibilidades en las funciones de los labios, como cuando una grieta serpentea en el corazón al constatar que hay 'para siempres' que se bifurcan, aunque mantengan su espíritu de eternidad. Desengañarse es la forma más recta de conocerse. La inocencia es una joya que hay que moldear.
Muchos se desprenden de ella tras las primeras embestidas del pragmatismo, en vez de conservarla y mimarla. La inocencia es el error más correcto de todos los errores. La candidez es la condena más honorable de todas las que agrupa el Código Penal de los pasos. Siempre dispuesta a simplificar los absurdos, a colorear sobre lo horrendo, a colocar el alma fuera de los bordes de la razón con el único fin de preservar la buena fe. Las mejores personas que conozco tienden en primera estancia a pensar bien de los demás, siempre buscan descender los incendios de la ira, apagarlos con el extintor de la empatía. Se alimentan del hierro que les quitan a los quilombos, adelantándose a ese momento en el que el tiempo nos humilla al recordarnos que estuvimos a pique de la úlcera por una cosa que ahora tiene un regusto de anécdota insulsa.
Es cierto que estas personas cargan luego con un rosario de decepciones, pues hay en la maldad una fijación a infligir daño a quien menos lo merece, pero esa es una cruz que ellos portan con gusto. Le dije a uno de estos que tenía que cambiar, que la gente lo tomaba por tonto. «Es infinitamente mejor ser bobo que malo. Soy el más elegante de todos los listos. Soy el más feliz de todos los tontos. Ellos verán». En ese 'ellos verán', está mi visión del mundo.
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