TRIBUNA ABIERTA
Sin rendición
La Cultura está en peligro. Siempre estuvo en peligro, pero hoy ese peligro tiene cuerpo real, de gente que no simula sus complejos por una evidente falta de educación
Paco Pérez Valencia
Éste no es un alegato político. Es un canto de Vida. No tiene color, ni puede comprarse, no es complaciente con ninguno que le exija o condicione, ni acepta imposiciones. Porque puedo gritar y quiero hacerlo, lo hago con todo el dolor, con toda mi ... furia, con toda mi esperanza.
El desprecio a la Cultura es cada vez más vociferante, más repugnante. Muchos la creen prescindible, banal, innecesaria. Otros la ensucian sin rubor, sin conocimiento, sin sensibilidad, sin escrúpulos. La Cultura se ha convertido en el centro de tormentas y desprecios. Jamás imaginé -y mi imaginación está bien entrenada porque vivo de ella- que repudiaran a las palabras por cuanto pueden, que traten de sofocar la voz del cantor por el poder que emanan, que cancelaran en los tiempos que vivimos una obra de Lope de Vega por inapropiada, o de Virginia Wolf por impúdica, o que increparan a Tosca por homófoba. Jamás creí que vería a quien aborrece de la Cultura sentar las normas de la vida, de mi vida.
La Cultura está en peligro. Siempre estuvo en peligro, pero hoy ese peligro tiene cuerpo real, de gente que no simula sus complejos por una evidente falta de educación, al contrario, los enfatiza, los manifiesta en público e, incluso, los vomitan desde las instituciones que gobiernan. Ya no hay pudor por las amenazas, las cumplen. El dolor y el daño son enormes, y no hay reacción. El mundo de la Cultura, los intelectuales, los creadores, los poetas, están pasivos, silentes, dormidos. ¿Por qué no reaccionáis? ¿No defenderemos tanto logro construido con esfuerzo, todo un mundo entero, con toda su historia, con todas sus tragedias?
Cuando se apagan las luces de un teatro por cancelación, estamos golpeando al mismo mundo. Cuando se propician amenazas a quienes provocan el valiente acto de pensar, de cuestionar, de hacer soñar, estamos haciendo daño a todos los que amamos y agradecemos la grandeza de la vida, despreciando a todos los que abrazamos la libertad de vivir sin miedo. La Cultura es conciencia y voz crítica, es ironía y generosidad, placer y belleza, dolor y verdad, Camus y Pasolini, Lope y Cervantes, Chaves Nogales y Belmonte.
Este desprecio a la Cultura debe recordarnos que no podemos dar nada por hecho, que no podemos bajar la guardia, que nada está a salvo. Creíamos tener sólidas las conquistas más elementales y nobles que fuimos capaces de soñar un tiempo y hacerlas posible, que no había necesidad de velar por ello y, sin embargo, los bárbaros ya ostentan la fuerza ante todos nosotros, impúdicos, pero reales.
Nadie responde. Esperamos inmóviles, quietos. Vemos tan elemental que esos exabruptos son tan incoherentes, como repugnantes, y pensamos que la evidencia los apagará. Pero los días pasan y los graznidos se dejan oír con más fuerza, ensuciándolo todo, embarrando el espacio común que construimos con alma. No podemos mirar para otro lado.
Orlando debe luchar; Penélope recordará a Odiseo que es ella la verdadera heroína; Calígula no se doblegará jamás al pueblo; Montaigne gritará como un ogro; Sade será dueño del mundo para vivir libre pese a quien pese; Anna Karenina no se arrojará al tren, sino en los brazos de quien ella quiera; Chaikovski jamás pedirá perdón por amar; Mapplethorpe seguirá mirando a la belleza con ojos de gato; Amaral cantará desnuda una vez más; María Jiménez expande sus plumas de pavo real por todos los cielos invocando a la mujer libre; los poemas de Lara serán siempre nuestros; Antígona seguirá siendo la que decida.
La Cultura sabe luchar. Lo hizo siempre. Cuando muchos la despreciaban, dejándola como parte del entretenimiento, ese maravilloso oasis de bondad en el que abandonarse, a la que amputar o manipular según los intereses de quien se cree dueño de lo invisible solo porque lo paga, la Cultura no cedía. Nunca se rindió. Hace mucho tiempo que supe ver toda esta fuerza, que aprendí que el Arte puede ser espada. Que la Cultura debe luchar por los valores que nos hacen únicos en medio de la selva, entre todas las galaxias. Supe ver la fuerza motriz de un solo verso, capaz de salvar vidas apagadas, de golpear de frente, por muy grande que sea el oponente, que sabe esperar como un Héctor frente al semidiós Aquiles, a pesar de temblar como un hombre. He visto a jóvenes luchando, haciéndose oír entre todos los ruidos, por defender la vida en la que creen, sin medios, sin compensación, sin tregua, incluso, hasta el final de sus días. Por eso no podemos apagar tanta vida, no podemos silenciar nuestra respuesta. Debemos dar más Arte, provocar más preguntas, alzar las voces críticas y golpear con esperanza con las armas que se nos entregaron: nuestras manos, nuestros espíritus libres, nuestras mentes inquietas. Si en algún lugar cancelan una obra de Lope: más Lope de Vega, en cada pequeño teatro, en las Universidades, en la casa de la portera, en cualquier rincón donde hacer Cultura sea cantar la vida.
Luchar por un Derecho Humano es hacerlo por lo más sagrado. Es la Cultura o la Vida, una sencilla ecuación que no tiene atajos, ni medias respuestas, porque precisamente nos va la vida en ello.
Como diría Buzz Lightyear, otro de los cancelados por aquellos que aspiran a una vida purificada y antigua: hasta el infinito y más allá. Lucharemos el tiempo que haga falta. Aquí y en las estrellas.
No habrá rendición.
Profesor de la Universidad Loyola
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