TRIBUNA ABIERTA

Volver al Humanismo

¿Utopía o distopía? ¿Hacia qué estado de bienestar humano camina la sociedad occidental? ¿Qué retos enfrenta la Europa del siglo XXI como civilización cohesionada ante los grandes dramas que le rodean?

ABC

Pablo Borrallo

Estas y muchas otras cuestiones son las que, habitualmente, nos preguntamos con insistencia como sociedad. Vivimos una crisis evidente de humanismo. Estamos inmersos en tiempos de indeterminación colectiva que nos impiden avanzar con paso firme hacia horizontes marcados por el bien común. Parece que el ... egoísmo humano se ha impuesto al necesario colectivismo social, donde debería primar la cooperación y la búsqueda de la consecución de objetivos comunes. Al punto, cabría reflexionar sobre la crisis humanista que estamos atravesando y la necesidad que se impone de volver a esa heredad cultural moderna, que hemos dejado de lado, ahora que lo insustancial parece haberle ganando el pulso a lo humano, alentado en mucho por sistemas gubernamentales que ponen más el foco en atender a intereses supranacionales, que en verter todo su esfuerzo en la vocación de servicio público que en origen les debe preceder, donde tal y como indicaba Platón, el fin debería ser la consecución de la mayor felicidad posible para el mayor número de personas posibles.

Sin embargo y en términos generales, actualmente son denostados, de forma sistemática, derechos inalienables al hombre como la libertad, la justicia, la igualdad, la cooperación, la solidaridad o la seguridad, valores todos esenciales para la construcción de una sociedad fuerte y que son motores indispensables para la convivencia pacífica y para la búsqueda de la felicidad y la prosperidad. Sin darnos cuenta, estos bienes intangibles, pero altamente imprescindibles para el bien común, están siendo claramente desvirtuados. Ello, sumado al desprecio paulatino por la formación en humanidades en beneficio de las carreras de ciencias, la falta de espíritu crítico, el desconocimiento del pasado o el fuerte e interesado adoctrinamiento educativo desde edad temprana para favorecer ideologías que van en contra de la propia naturaleza humana, están llevando a la sociedad actual, no solo a una fuerte polarización, sino, aún peor, a una enorme deshumanización, amén de a una vulgarización del nivel cultural al que tampoco se le presta importancia.

Paralelamente, día a día, se observa una fuerte merma en la sensibilidad humana, donde los sentimientos están siendo, profundamente, horadados, donde el sentido de familia se desmorona, donde el juicio propio desaparece, donde las tradiciones y creencias son rémoras del pasado que dificultan el progreso, donde la indiferencia ante el dolor ajeno se abre paso con decisión. Una sociedad que duerme autocomplaciente no puede ser capaz de distinguir entre el bien y el mal. Una sociedad que no presta atención al radicalismo y al odio, a la escandalosa normalización cotidiana de la violencia o a la frivolidad creciente en torno al derecho natural del ser humano a vivir, no puede ser bajo ningún concepto una sociedad avanzada, sino más bien un ente relativista y deshumanizado.

Una sociedad que no es capaz de autoimponer su indispensable librepensamiento está, inevitablemente, condenada a no discernir entre lo que le beneficia y lo que le resta para su avance. Una sociedad donde el egoísmo se ríe del bien común solo puede caminar sin rumbo hacia un futuro desalentador, donde el tener importa más que el ser, donde el individualismo hedonista de los excesos socava cualquier fundamento económico, político o social.

Ahora más que nunca, se hace necesario rescatar la necesidad de humanistas. En pleno siglo XXI se echa en falta la irrupción de líderes que surjan de la necesaria transformación social, personas a las que seguir por su carismática persecución del beneficio colectivo. Personas que alcen la voz en pos de la justicia, la libertad y la búsqueda del bien común, como en otros tiempos fueron Mahatma Gandhi, Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, Nelson Mandela o Martin Luther King, líderes todos, cuyos valores morales gozaron de reconocimiento

mundial, siendo tenidos por muchos como modelos de imitación por su busca constante de la paz, la concordia, el diálogo o el entendimiento, ensalzando a la educación como clave de progreso, a la fe como fuente de moral y a la cultura como cimiento para la construcción de un mundo mejor.

SOBRE EL AUTOR
PABLO BORRALLO

Doctor en Historia

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