TRIBUNA ABIERTA
La inteligencia del mundo
El monumento teológico de su obra, legado que permanecerá como un don para la Iglesia del futuro, está sellado con una inteligencia de la fe que le permite encontrar siempre una perspectiva de esperanza
Manuel Palma
«La luz de Cristo ya iluminaba la inteligencia y el corazón de los Reyes Magos… al lanzarse con coraje y emprender una larga marcha nada fácil». Recién llegado a la sede de san Pedro, el Papa Benedicto XVI emprendió el viaje apostólico a su ... tierra germana para celebrar la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia. Hasta allí peregrinó siguiendo las huellas de los Magos, que, desconocedores de la fe de Israel, alumbrados por una estrella, se pusieron en camino ajustándose a cuidadosos cálculos y manifestando la grandeza de una razón cuyo punto de llegada es el Misterio de Dios. En efecto, aquellos que salieron de noche y, con determinación peregrinaron hasta el pesebre en Belén, se pusieron de rodillas ante el Mesías esperado y lo adoraron. «Era como si hubieran esperado siempre aquella estrella. Como si aquel viaje hubiera estado siempre inscrito en su destino, que ahora finalmente se cumplía». Este itinerario intelectual desborda sin embargo el ámbito de lo teórico y de las ciencias empíricas, pues describe el camino del ser humano en el mundo como búsqueda de la Verdad. A él se ajusta el recorrido vital del Papa Benedicto XVI, 'cooperator Veritatis', como reza su lema pontificio: toda su existencia, desde su infancia –él mismo lo narra en las entrevistas biográficas publicadas– se caracterizó por esta búsqueda, en la que el corazón halla el reposo deseado.
La razón, que permite conocer la Belleza contemplada, alcanza su plenitud solo ante el misterio que la desborda, Cristo el Señor. En su testamento espiritual, publicado el mismo día de su muerte, Benedicto XVI constata, de hecho, cómo las aparentes certezas contra la fe fundadas en las transformaciones de las ciencias naturales, poco a poco han ido desvaneciendo, mostrando que eran meras interpretaciones y no conocimiento. «He visto –declara al fin– cómo en medio de la confusión de las hipótesis, surge constantemente lo razonable de la fe. Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su Cuerpo». La centralidad del misterio de Cristo, auténtico eje de su pensamiento teológico, alcanzó su cénit en la publicación de la trilogía 'Jesús de Nazaret'. En su prólogo, el Papa dice escribir como 'teólogo' esta obra, resultado de una vida entera dedicada a la investigación. Sus páginas son el reflejo de su ciencia, pero al mismo tiempo hablan de su fe, lo revelan como creyente que ha deseado el encuentro con el rostro de Jesucristo. Por ello, esta obra es una expresión excepcional de cómo el estudio y la reflexión se ponen al servicio de los demás, hasta hacerse auténtico testimonio de la vocación de la Iglesia. El sucesor de San Pedro, reconociendo en Jesús al Hijo de Dios, ilumina y sostiene la fe de sus hermanos. Esta fe, curtida en el diálogo con la razón, es una fe razonable. Así, no solo la razón desemboca en la fe, sino que además la fe se sabe interpelada por las grandes cuestiones que tocan a la razón, hasta el propio desvanecimiento del sentido religioso en la época contemporánea.
La conjunción de la fe y la razón hicieron que la perspectiva teológica del Papa Benedicto XVI se abriera a temas variadísimos y lo llevaron al debate en ámbitos que exigieron de él una confrontación de las propias ideas y posturas con quien pensaba diferente. Sus abundantes escritos rezuman ese reto, pues, con lealtad, los grandes problemas son siempre afrontados en ellos. El monumento teológico de su obra, legado que permanecerá como un don para la Iglesia del futuro, está sellado con una inteligencia de la fe que le permite encontrar siempre una perspectiva de esperanza. Guiado por Jesús, deja ver, incluso en los escritos más duros, la profunda alegría del corazón que se sabe guiado por Él, para un encuentro, al que el Papa emérito consagró sus últimos años en el monasterio Mater Ecclesiae.
En la víspera de la Epifanía, la Iglesia confiará sus restos mortales a la misericordia de Dios, para que Aquel al que Benedicto XVI reconoció como un verdadero amigo le muestre la inmensidad de un Amor que es más fuerte que la muerte. De esta manera, como los Magos, también el Papa alcanzará la contemplación de ese Rostro que salva, por el que Joseph Ratzinger no dudó en dejarlo todo, cuando vio salir su estrella.
Presidente decano de la Facultad de Teología San Isidoro
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