TAL VEZ FELICES
Aventuras en una playa desierta
Literatura y naturaleza para soslayar la realidad
Lo fugitivo prevalece, por eso observo esquirlas que no terminan de caer en el olvido. Quedaron agonizando por siempre. Me descubro, en primer lugar, en una playa salvaje. Qué recóndita vulgaridad: todavía existen en la península y siguen mereciendo elogios. La mayoría están en ese ... rinconcito portugués que queda entre Sagres, junto al Cabo de San Vicente, y Sines, ya en el Alentejo. Playas verdaderamente desnudas, temperaturas amables y olas que son colmillos para las rocas plantea esta costa azul de vinos verdes y pescados más allá de su punto de cocción. Pueblos, pocos. Pasadizos entre la maleza, muchos. Y al fondo, un mar dispuesto a colarse en el mismo centro de la arena como se cuela aquí el cilantro en cualquier receta para disgusto de los que lo sufren y deleite de quienes lo buscamos.
No estoy solo en este desierto de espuma y algas. Me acompaña otra rareza extraordinaria. La editorial Edhasa se ha unido a la revista Zenda para publicar clásicos de aventuras prologados por Pérez-Reverte: 'La isla de Coral', 'Taras Bulba'... Un ejercicio subversivo en cuanto que invita a la relectura de un género que ya vivió su apogeo. Así un párrafo de Gogol me revela el porvenir desde un prisma novedoso: «Las aves lo sobrevuelan cortando el aire con las alas sin saber unas de otras; la paloma sin ver al gavilán, éste sin ver a la paloma, y sin que nadie sepa a qué distancia vuela de su perdición». Hasta este paraje vinimos para eso. A perdernos. A no ver al prójimo. Quiero seguir leyendo por la lengua de las olas sin saber del gavilán, quizá torrándose en una cala próxima a esta. Las vacaciones se crearon para toparse con un instante de olvido. Invertir en el destiempo del atardecer. Tirarse a mirar al sol arrepintiéndose en el confín, como dentro de un poema. No ver a la paloma ni al bañista. A nadie. Inventar una postal lusa auspiciada por la literatura en lo que un acantilado ruge en completa soledad. Marcharse a una playa virgen a releer aventuras es morder una nube de palabras y sueños derramados. Practicar nudismo mental cuando entre el libro y la naturaleza todo se mancha de una silenciosa hazaña de verano.
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