tribuna abierta
Obesidad y gordofobia: aclarando conceptos
La obesidad se asocia a una amplia gama de padecimientos serios que interactúan y se retroalimentan entre sí
En 1995 la filosofa Adela Cortina acuñó el termino aporofobia, que significa rechazo y desprecio hacia el pobre. En 2017 la RAE acepta el termino y además lo declara como la «palabra del año».
En fechas recientes, y especialmente aplaudido desde alguna plataforma política, ha ... comenzado a utilizarse el termino gordofobia, que significa igualmente aversión y ultraje hacia la persona obesa. Hasta aquí nada que objetar. A nadie le gusta sentirse rechazado, y eliminar conductas nocivas de la sociedad es obligación moral que a todos nos compete. Sin embargo, el tema merece un análisis de mayor calado. ¿Por qué?
Pues porque por una parte, hay una tendencia a reducir el tema de la obesidad a un estricto balance entre ingresos y gastos de calorías. Pero cuando una problemática tan seria se plantea de forma tan simplista, estamos ignorando la enorme complejidad que tras ella se esconde. Y es que en muchas ocasiones, la obesidad viene a ser la parte visible de un gran iceberg del que no estamos considerando su parte sumergida, parte que es zona íntima de la persona donde se esconde serios problemas emocionales. Se ha dicho que lo que hundió al Titanic no fue su colisión con la parte visible del iceberg, sino los destrozos causados por debajo de la línea de flotación, producidos por el hielo oculto bajo el mar. Algo parecido sucede a veces con la obesidad. Por eso, no puede ser reducida a un mero problema de dieta y ejercicio.
Pero la cuestión es aún más compleja de lo que hasta ahora he planteado. Porque tras haberme posicionado y dejado muy claro que cualquier tipo de humillación u ofensa hacia un ser humano me parece conducta detestable e inadmisible, creo que es necesario fijar también la atención en la 'defensa' que se viene haciendo de la obesidad desde algunas campañas publicitarias. No dudo de la buena intención de las mismas, pero si no se matizan, pueden llevar a una interpretación equivocada.
Es cierto que nuestra sociedad vive sometida a la tiranía de la moda y que esa moda propone un cuerpo estereotipado, excesivamente delgado, que no se corresponde con lo que la genética de esa persona exige, ni con lo que su salud demanda, y que termina abocando en serios desórdenes alimenticios como son la anorexia y la bulimia. Pero intentar solucionar un problema originando otro de la misma envergadura no es el mejor de los caminos. Ningún extremo es deseable, entre otras cosas, porque toda postura llevada al extremo suele terminar por destruir aquello que pretendía defender.
La obesidad no es inocua. La obesidad se asocia a una amplia gama de padecimientos serios que interactúan y se retroalimentan entre sí. Por poner un ejemplo de los mas básicos, una persona obesa es propensa a dolores articulares, lo que a su vez es un límite para su movilidad que termina generándole un mayor sobrepeso. La interrelación en forma de círculo vicioso entre obesidad y muchos otros procesos graves está bien demostrada en el campo médico.
En fechas recientes he tenido la oportunidad de asistir en la Real Academia de Medicina de Sevilla a varias sesiones donde se ha profundizado en el tema y las conclusiones han sido contundentes. En un momento en el que la obesidad está alcanzando proporciones pandémicas y el sobrepeso infantil supera cifras alarmantes, se requiere un posicionamiento enérgico tanto desde el punto de vista médico como educativo y social.
Y también desde la política se puede contribuir, pero siempre que se haga buscando la promoción de la salud y sin generar confusionismo. Los políticos disponen de una gran resonancia comunicacional que puede ser aprovechada siempre que actúen desde el conocimiento y el rigor. Ser político es algo donde puede admitirse el error, pero no la irresponsabilidad.
No me gusta politizar la medicina ni medicalizar la política, pero tampoco es de buen estilo permanecer en actitud de simple «pensante silencioso». Aunque a veces sea mas cómodo fingirse sordo, el silencio nos puede convertir en cómplices de daños evitables.
Y digo esto porque de la misma manera que la palabra aporofobia lleva implícito un mensaje de defensa al pobre, pero no de la pobreza, la introducción del término gordofobia ha de servir para generar respeto al obeso, pero no para promocionar la obesidad.
Sería deseable que la sociedad recibiera desde todos los foros posibles, un mensaje claro en el que se combine equilibradamente, una sana cultura anti-obesidad, con una potente educación ética que erradique posturas gordofóbicas y elimine cánones estéticos idealizados que son tan antinaturales como nocivos. Ambos son posibles y ambos son necesarios.
Resumo todo lo antes expresado en las siguientes tres conclusiones. Adela Cortina acierta: El pobre debe ser recatado de su pobreza y tratado como merece. La moral no se equivoca: el obeso debe ser respetado. Pero la ciencia confirma y atina de forma certera: la obesidad perjudica.
Las consecuencias de no tenerlas en cuenta pueden ir desde el desarrollo de conductas insensibles y deshumanizadoras, hasta la perdida de la salud no solo física, sino también moral. Merece la pena tomarlas en serio.
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