SOL Y SOMBRA

Manzanoide serás

María Jesús Montero pertenece a la tercera categoría de gafes: reparte mal fario entre quienes la rodean y atrae para sí las desgracias

Mi padrino siempre negó que fuese supersticioso porque «la superstición da mala suerte» pero, en cierta ocasión, obligó a un camarero a compartir todo el almuerzo familiar como decimocuarto elemento porque se negaba a sentarse a una mesa con trece comensales. Aficionado a la caza ... y a la pesca, nunca salía de casa sin acariciar una cornamenta de cabrito que tenía colgada del pomo de la puerta y se rio mucho cuando le traduje un artículo de Alfonso Ussía en el que categorizaba a los portadores de mala suerte: gafe, sotanillo y manzanoide. El primero atrae pequeñas desgracias, es casi inofensivo. El segundo, peligrosísimo, reparte mal fario entre los demás mientras él permanece indemne, como un Pedro Sánchez del infortunio. Pero el tercero, ay, es un imán para las catástrofes: del prójimo y propias. Verbigracia, María Jesús Montero.

La condición gafe de Montero quedó sobradamente acreditada cuando se arrimó a Susana Díaz y ésta perdió, sucesivamente, las primarias del PSOE con todo el aparato al favor y la Junta de Andalucía, donde los socialistas llevaban enfeudados desde la época preautonómica. Pese a lo cual, ella ascendió hasta la vicepresidencia del Gobierno desde uno de los ministerios más relevantes, el de Hacienda. Después, su alineamiento con Juan Espadas dio al PP de Moreno la mayoría absoluta. ¿Sotanilla? Nada de eso, manzanoide de pura cepa. Que le pregunten a la pobre Melody.

«Todas estamos contigo. Las mujeres fuertes, poderosas y empoderadas ganamos juntas. Diva valiente, poderosa y andaluza de raza», la jaleó en vísperas de concursar en Basilea. Descalabro total, naturalmente. La artista nazarena, que la próxima semana afrontará a la opinión pública tras el fiasco a la que fue inducida, es la enésima víctima de la toxicidad de María Jesús Montero, un personaje que degrada cuando toca. El propio PSOE-A limita sus apariciones públicas en la consciencia de que el pan no sube cada vez que ella habla, pero sí la intención de voto de sus adversarios. Quizá convendría que se abstuviera de acompañar al Betis a su final del miércoles en la Baja Silesia.

El festival de Eurovisión, de todos modos, nunca ha sonreído al socialismo español. Otra cantante sevillana, Remedios Amaya, representó a RTVE en Múnich en la edición de 1983, seis meses después de la formación del primer gabinete de Felipe González, con el tema '¿Quién maneja mi barca?', que cosechó la friolera de ningún punto («Spain: zero points», los mismos que el turco Çetin Alp) y empeoró, claro, la antepenúltima plaza de 'Esa diva'. Entonces, como ahora, Israel obtuvo una meritoria segunda plaza a pesar de que acababa de intervenir con la contundencia acostumbrada en Líbano, donde la operación «Paz para Galilea» hacía fosfatina a los grupos terroristas afincados en el país. Ganó la rubia veinteañera Corinne Hermès, una francesa que representaba a Luxemburgo, y el bochorno pasó sin el estrambote añadido de convertirlo en un conflicto diplomático. No es tan complicado comportarse como personas normales.

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