cardo máximo
Refugios climáticos
Quiero decir que no hace falta ni entrar en El Corte Inglés. Ahora te traen el aire acondicionado a la calle
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Iniciar sesiónBarcelona abrió una brecha que después siguió Bilbao para señalar los llamados refugios climáticos que, con ese nombre tan rimbombante, no son más que los sitios donde se puede echar la tarde fresquito sin necesidad de pagar entrada o consumir nada. Fresco de pescuezo. La ... expresión 'refugio climático' dispara en quien la oye la urgencia de ponerse a salvo de 'la que está cayendo', lo que la emparenta con el refugio antiaéreo para evitar los bombardeos. Solo que en vez de explosivos, lo que cae del cielo es plomo fundido.
Hasta ahora, estos refugios climáticos –el adjetivo está mal empleado, como en el sintagma crisis humanitaria– eran lugares cerrados donde se conectaba el aire acondicionado con cargo a la factura general del propietario, que bien podía ser el Ayuntamiento de Sevilla o un particular: ¡anda que no se está fresquito en la basílica del Gran Poder! En fin, que esto no pasaba de ser un invento de las autoridades para renombrar lo que siempre se ha hecho: darse un garbeo por los grandes almacenes que estuvieran más a mano pegando barzones sin comprar nada pero con pinta de estudiarse hasta los precios de los rotuladores con tal de estirar la tarde y salir de allí con la fresquita.
Pero las cosas han cambiado una barbaridad. Ahora, ni eso. Quiero decir que no hace falta ni entrar en El Corte Inglés, que era a donde íbamos de chicos cuando un aparato de aire acondicionado para el hogar suponía un lujo inabordable sólo por detrás del que representaba un aparato de televisión. Ahora te traen el aire acondicionado a la calle. Tal como suena.
Vienes de la Campana, que es un horno con toldos y sin toldos, con esas colas de gente esperando el autobús a todas horas y cuando enfilas Velázquez, ay qué sensación. Si les digo que he llegado a pasar frío en verano andando por ese tramo de calle en que coinciden cuatro o cinco tiendas de moda pensarán que soy un exagerado. Prueben, prueben ustedes a pasearse por allí una tarde tórrida de esas con mucho rojo en los mapas y muchos mensajes apocalípticos de los hombres del tiempo y luego me cuentan.
Lo mismo es hasta ilegal y les estoy chafando el reclamo para los clientes porque ya no recuerdo si decayó legalmente la disposición que obligaba a los comercios a tener la puerta cerrada en todo momento. Tampoco si la temperatura no baja de 27 grados como propuso el Gobierno el año pasado o aquellas medidas extraordinarias de ahorro energético quedaron, como tantas cosas, superadas por los acontecimientos.
Pero como en la vida nada hay gratis, el peaje de la calle Velázquez hay que pagarlo esquivando a los chavales de la recogida de firmas y de la suscripción a la ONG de turno. Claro, como se está tan fresquito en mitad de la calle… a esos mismos los querría yo ver pidiendo a los transeúntes un minutito en mitad del puente de Triana agarrados a la barandilla de hierro colado. ¡Ahí sí que iban todos a buscar un refugio climático!
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