cardo máximo
Puritanos de la Historia
Esa falsilla con la que se lee una Hisotria de buenos y malos puros se la han puesto por delante al Rey para que escribiera de su puño y letra un recibí
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Tampoco es extraño que en este tiempo, la casa común iberoamericana haya colapsado con estrépito. Su máximo exponente, el filósofo catalán Xavier Rubert de Ventós se pasó del PSC con armas y bagajes al independentismo abominando de cuanto había escrito en favor del entendimiento de la Hispanidad hasta entonces. Cierta izquierda extremista royó las vigas maestras sobre las que se asentaba la construcción intelectual: que la España democrática quería un diálogo entre iguales con las naciones que un día fueron sus colonias arrinconando para siempre glorias y agravios pasados. A lo largo de la historia, todos los pueblos han cometido pecados para los que buscan redención. España la obtuvo en torno a 1992, pero enseguida llegaron los puritanos de la Historia deseosos de avivar los rescoldos sobre los que arde el resentimiento, la desconfianza y la incomprensión recíprocas a uno y otro lado del Atlántico. Ellos no creen ni en la redención ni en la capacidad de superar malentendidos históricos, sino que se encargan de subrayar todo lo que nos puede separar en vez de lo mucho que nos une. Su visión indigenista es la que parecen haber adoptado los herederos izquierdistas de las elites criollas que forjaron la ruptura con la Madre Patria. La lucha de clases en América Latina se ha convertido hoy, por mucho que se disfrace, en la lucha de razas, al más puro estilo colonial.
Esa falsilla con la que se lee una Historia de buenos y malos puros –sin mezcla alguna– se la han puesto por delante al Rey de España para que escribiera de su puño y letra un recibí a modo de reparación histórica. Don Felipe, inteligentemente, rehusó. Gabriel García Márquez pone en boca de Bolívar en 'El general en su laberinto' una despedida acre como toda su vida: «Vámonos, aquí no nos quiere nadie». Qué pena.
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