CARDO MÁXIMO
Capitales
Lo que exige Antonio Muñoz es lo mismo por lo que han clamado todos los regidores hispalenses en el último siglo y medio, al menos
La misma ciudad que exige a empellones, sin constancia alguna ni en el tiempo ni en las formas, un estatuto de capitalidad, dejó escapar el 30 de junio la ocasión de reivindicarse con la memoria de la sesión plenaria del Parlamento de Andalucía en el ... salón de tapices del Real Alcázar que eligió a Sevilla como capital de la comunidad hace justo cuarenta años. Los redactores del primer Estatuto de Autonomía sortearon como pudieron la espinosa cuestión de decidir dónde implantar la sede administrativa de la Junta (Sevilla, Granada o Antequera) y se la sacaron de encima remitiendo a una posterior concreción que llegó con el primer parlamento electo.
Todo esto hubiera dado para una exposición con mupis en la Avenida, por lo menos. Pero como no hay un planteamiento de fondo, superador de las contingencias políticas que expresa el vaivén de partidos al mando de la ciudad, sino simple oportunismo para apretarle las clavijas al rival partidista, la efemérides se quedó sin recordatorio. Así es Sevilla, la desmemoriada, imposibilitada de recordar como los lotófagos de la 'Odisea'.
Antonio Muñoz ha rescatado del cajón de proyectos olvidados el de la ley de capitalidad. Podría haberle quitado el polvo al del área metropolitana, que alternativamente se van sucediendo en el cuaderno de quejas de Sevilla, escrito con tinta simpática hasta que al alcalde de turno le conviene esgrimir cualquiera de esas dos realidades incompletas para reforzar su aureola reivindicativa frente a las otras administraciones públicas. Nada nuevo bajo el sol: Félix Moreno de la Cova, en la época gloriosa del franquismo en torno a la conmemoración de los veinticinco años de paz, se inventó lo de la Capital del Sur de Europa y, desde entonces, viene rodando la pelota arriba y abajo por la ladera por la que el Sísifo alcalde de turno la empuja infructuosamente. Lo que Muñoz exige es lo mismo por lo que han clamado todos los regidores hispalenses: suficiencia financiera para un Ayuntamiento asfixiado al que le da para poco más que pagar nóminas. Eso fue así con dictaduras y repúblicas, turnismos y hegemonías, Estado centralizado o autonómico. Ha marcado el devenir de Sevilla en el último siglo y medio, al menos.
Desde los tiempos de la reafirmación autonómica, a principios de los 80, no ha habido alcalde que haya desaprovechado la oportunidad de plantear lo que en tiempos se llamó estatuto de capitalidad y hoy va ya por el rango de ley. No importa. No se le concedió a Sevilla el estatuto como no se votará en el Parlamento tal norma. Todo se irá en palabras que se las llevará el viento, reuniones formales pero improductivas, requiebros electoralistas y finalmente, humo. Siempre así, como el grupo de música: tal vez por ello no hay ganas de celebrar cuarenta años capitales perdidos.
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