Sevilla al día
Nazarenos sin medida
Hay que aplicar ya una medida superior y global que acabe con el gigantismo
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Iniciar sesiónEl crecimiento exponencial de la Semana Santa que se ha puesto de manifiesto en el conteo de nazarenos es ya una cuestión de orden superior. El alcalde no se ha puesto de perfil, que es lo que haría cualquier regidor mediocre que no quiere meterse ... en problemas. Porque cualquier alusión es impopular y se va a interpretar como una intromisión en algo que no es estrictamente de su competencia. Sanz ha evitado la tibieza habitual de los políticos con las cofradías, donde todos tienen mucho más que perder que de ganar. Ha lanzado un mensaje explícito para que se tomen medidas para frenar esta desproporción que tiene visos de acabar reventando de forma peligrosa la celebración de la fiesta más importante, y a la vez delicada, de la ciudad.
El presidente del Consejo, Paco Vélez, no esquiva tampoco el asunto. Su mandato, que ya llega al final, no se ha caracterizado precisamente por procrastinar con los grandes retos. Eso le ha costado críticas viles e injustas desde el primer día que llegó y decretó la vuelta del Martes Santo a su sentido original, algo que prometió y que por obligación tenía que cumplir. Esas críticas fueron desaforadas cuando llegó la pandemia y la gran fuente de ingresos de la carrera oficial saltó por los aires. Las presiones fueron terribles, como lo fueron cuando María Jesús Montero ordenó el pago del IVA, algo que al Consejo le hubiera venido bien porque se pueden repercutir los gastos del montaje. Pero Vélez, y su equipo, lograron que ese debate que llevaba más de dos décadas escondiéndose en los cajones se resolviera por fin por el bien de quienes pagan su silla.
Vélez se puso delante de los hermanos mayores, incapaces de ponerse de acuerdo para arreglar de una vez los cruces y problemas logísticos de las jornadas, y no le tembló el pulso. Acertada o equivocadamente, porque hay cambios que no han servido para nada y se han cometido errores, la reorganización de la Semana Santa era necesaria y el Consejo no la ha eludido. Y ahora, viendo los datos del conteo, el presidente sabe que no puede irse sin dejar, al menos esbozada, la solución a este inmenso problema. Porque, más allá del populismo cofradiero que basa su justificación en el dogma de las reglas de las hermandades, que hablan de la obligatorierdad de los hermanos a ponerse la túnica, la realidad es que la situación no es que vaya a ser insostenible, es que lo es ya. La interpretación literal de esas normas se puede aplicar, entonces, a los cultos internos. Y ya puestos, a la asistencia a la misa dominical, la confesión, la caridad y el perdón fraternal.
Ninguna hermandad está dispuesta a que le pongan un tope porque el crecimiento no sólo aporta ingresos, sino también el prurito en la competencia con el resto. Por eso hay que aplicar ya una medida superior y global que acabe con el gigantismo que, amén del tedio que produce, lleva al extremo el reloj y supone un riesgo para la organización y la seguridad. Hoy el equilibrio está en riesgo. Frenar el crecimiento de nazarenos es la única manera de mantener la esencia de la Semana Santa.
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