SIN ACRITUD

Mienten... y nos da igual

Hubo un tiempo en que la verdad era un bien de incalculable valor en política. Hoy está denostada, pisoteada

Coplas por la muerte de su padre. Jorge Manrique. A fuego tengo grabado aquello de 'Copla de pie quebrado: versos octosílabos combinados con versos tetrasílabos, en rima consonante'. Nuestro profesor de Literatura en COU, don Juan Carlos Benítez, se pasó todo el curso diciéndonos ... que esos poemas eran «carne de selectividad». Nos los repetía una y otra vez. «Recuerden, carne de selectividad». «Aprendánselo bien». «Jorge Manrique, poeta del prerrenacimiento». «Cae seguro en el examen». Tanto lo repitió... que al final no cayó. Fue un comentario de texto de Machado, creo recordar. Da igual. Lo realmente importante es que la insistencia de nuestro profesor también sirvió para dejarnos marcada a fuego la frase más recordada de la obra de Manrique: «Cualquier tiempo pasado fue mejor». En aquel momento, en plena etapa final de nuestra adolescencia, no le dimos ninguna importancia. Básicamente porque casi no había aún un «tiempo pasado» al que aferrarse. Ni mejor, ni peor.

Hoy, a las puertas del medio siglo de vida, no puedo por menos que dar la razón al poeta medieval. Es condición inherente al ser humano, tendemos a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. Ocurre en todos los órdenes de la vida, en los más personales y en los que son comunes a todos. Obviamente no siempre es cierto, aunque nos lo parezca. Nostalgia, lo llaman. Pero en muchísimas ocasiones, sí que lo es. Y en uno de esos espacios comunes, como es la política, no le quepa a usted la menor duda de que cualquier tiempo anterior al actual fue infinitamente mejor. Más aún si hablamos de la Transición. Esta semana, con motivo del fallecimiento del histórico líder de UGT Nicolás Redondo, hemos tenido oportunidad de volver a comprobarlo. Una de las anécdotas más recordada ha sido la de la frase que le soltó a su homólogo en CCOO, Marcelino Camacho, durante un debate televisivo tras las elecciones sindicales de 1977. «Mientes Marcelino, y lo sabes», le espetó cuando su oponente hablaba de los resultados de las votaciones. La sentencia se hizo célebre. Y lo hizo porque en aquel entonces la verdad era un elemento de incalculable valor en política. Hoy está denostada. Pisoteada. Tanto, que hemos asumido que nuestro actual Gobierno utilice la mentira sin que ocurra absolutamente nada. Como mera estrategia electoralista. Mienten a diario y no reaccionamos. El presidente empezó su mandato mintiendo sobre sus actuales socios de Gobierno con aquello de «nunca pactaré con Podemos». Y hasta hoy. Embustes y más embustes. Sobre los más variados temas.

Debió ser emocionante vivir aquellos años de cambio tan profundo en una España en la que lo mejor –entonces sí que lo tenían claro– estaba por venir. En la que no se consentían las mentiras a los políticos. En la que la verdad y el espíritu de reconciliación fueron los pilares sobre los que se construyó todo. Hoy, a lo más que llegamos es a hacer un 'meme' en Twitter. Con el careto de Julio Iglesias y una frase escrita debajo: «Soy tu padre, y lo sabes». Ese es el nivel. Muy gracioso todo. O muy triste.

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