Andalucía, de cine

ERE, santo subito

Al proceso de beatificación ya sólo le falta un viaje del Falcon al Vaticano. Total, ya se sabrá el camino

Yo tampoco quiero que José Antonio Griñán vaya a la cárcel. En realidad, lo que me encantaría es que ningún político tuviera que pasar una temporada a la sombra por culpa de su labor en puesto de responsabilidad. Ojalá la actuación de todos ellos fuera ... inmaculada. Qué maravilla, un mundo feliz donde nadie metiera la mano en la caja o, mismamente, desviara casi 700 millones de euros para perpetuar a su estirpe en el poder.

Pero sabemos que se trata de un imposible. Los administradores de la cosa son personas, y como tal, falibles. Para eso nos dotamos de normas con las que castigar conductas inapropiadas y dotamos a personas muy serias que se visten con ropajes oscuros de la capacidad para juzgar y castigar los casos en los que no ha sucedido así.

Yo, reitero, estaría encantado de que Griñán no hubiera sido condenado a ir a la cárcel. Pero para que esto funcione, se trata de que cumplamos esas normas con las que nos montamos el rollo como sociedad. Y de que, de no ser así, la que sea observada sea la decisión de los jueces. Por rara que nos parezca y por mucha penita que nos dé. Lo contrario, estaremos de acuerdo, viene a ser un descalzaperros.

Esto, al menos, era así antes de que entráramos de lleno en la 'era Sánchez'. Es cierto que todos los gobiernos han caído en la tentación de convertirse en jueces manoseando esa figura carpetovetónica del indulto. Pero desde que salieran limpios de polvo y paja los presos independentistas y se diera al traste con la primera vez que el Estado se puso firme frente al insoportable chantaje, uno puede esperar cualquier cosa.

Con el asunto de los ERE, principal caso de corrupción padecido en nuestra democracia —aunque no pringara de gomina— puede pasar algo parecido. Nos están preparando el cuerpo. No se llevó un duro, es un tipo honesto. Pagan justos por pecadores y la sentencia es injusta. El viernes Susana Díaz rizó el rizo. Griñán no malversó y en cualquier caso malversar no siempre es corrupción, soltó. Al proceso de beatificación ya sólo le falta un viaje en Falcon al Vaticano. Total, ya se sabrá el camino. Que lo libren de ir a la cárcel, pero que no nos tomen por tontos.

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