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PÁSALO

Fede Patanchón

Se especializó en sorprendernos porque era incapaz de ser previsible

Felix Machuca

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Iba cargadito el bus de la autopista hacia el cielo en este mayo recién estrenado. Miguel de los Reyes dejaba la Cuesta de Castilleja para buscar el repechón final hacia la gloria. Y en Trebujena, John Baker, el maestro de los efectos especiales de Indiana ... Jones, El Retorno del Jedi y el Imperio del Sol, se subía al carro del último viaje. Aquí, en Sevilla, nos decía adiós demasiado pronto, un tipo genial. Uno de esos seres que sin ellos al lado la vida se te hace insoportablemente cotidiana. La vida se puede vivir o parasitarla, para parecerla a la de un gusano. Fede vivió la suya y la de cien mil más. En un acto de plena consciencia y militancia, sabedor de que un minuto de su reloj vital, llenaría todas las horas de los que entendieron que vivir era morir con cautela. Yo lo conocí cuando vendía sus dibujos en el Duque, tenía una novia japonesa multimillonaria y era asiduo de la noche del patio de San Laureano. En un pub de Los Remedios, el Luna, perdió las huellas de sus dedos, al pintar con sus manos las paredes como le salió del alma, buscando el color con el que Chagall iluminó el teatro de la ópera de París. Sí, todo eso pasó el siglo pasado, cuando Fede, Rafael Daza o Enrique Herbello eran inmortales…

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