pásalo
No se comen a los gatos
En Alcalá están que trinan. Pero sin emigración tendríamos que importar lechugas
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Iniciar sesiónPUEDEN matarme. Pero cada vez estoy más convencido que el problema de rechazo a los migrantes no es por el color de su piel. Sino por el color de la fama que los precede. Un color tenebroso, intimidante, amenazador que ha ido dándole forma a ... su fama durante los últimos treinta años del proceso. Graves problemas de convivencia entre la población autóctona y otros de origen norteafricano ha hecho crecer un rechazo evidente contra todo lo que no sea identificado como de casa. Hace treinta años nadie se preocupaba mucho por tener un vecino en su barrio recién llegado de más allá de Melilla. Hoy, en Alcalá de Guadaira, andan pidiéndole explicaciones a su alcaldesa, Ana Isabel Jiménez, por un grupo de africanos que le ha tocado al pueblo en el reparto de emigrantes para aliviar el colapso de las Canarias. La alcaldesa, socialista, vive horas tensas, presionada e insultada obscenamente por los vecinos, que están cargados de las razones que impone el miedo. Máxime cuando los recién llegados lo han hecho por sorpresa, sin aviso de Madrid y por la puerta de atrás para no armar ruido. Y el ruido es de coches locos de feria…
¿Cómo se llega a esta situación? Degenerando, como decía el otro. Degenerando con políticas que se copiaron de países europeos que ahora endurecen sus leyes migratorias y dejando que el deseo del buenismo ocupara los callejones de la realidad. Hace poco le escuchaba a un empresario agrícola decir que si la emigración no trabajara en el campo tendríamos que importar lechugas. Somos dependientes de su trabajo, de su ocupación, de su presencia laboral. Hacen lo que dejamos de hacer nosotros hace muchos años. Así que convendría ir haciéndose a la idea de que los que vienen a trabajar y a labrarse un futuro tienen todo su derecho a convivir con nosotros. Pero eso hay que regularlo. Normatizarlo. Haciendo las cosas como hay que hacerlas: planes de formación laboral, de integración cultural, de hacer propias las reglas de convivencia de la nueva sociedad. No es fácil entenderse entre propios. Figúrese entre extraños que, además, son necesarios para mantener este estado del bienestar.
La situación está ahí y lo ha estado pregonando Canarias desde este verano, sin que se le prestara la cuenta que exige un problema como este, y con el presidente del gobierno durmiendo la siesta de las vacaciones en Lanzarote. Su gira por Senegambia fue un simulacro lo más parecido a las visitas que los artistas del espectáculo giran para elevar la moral de los soldados lejos de casa. Invitándoles a trabajar en España sin que se haya alcanzado un pacto de Estado, tampoco en la Unión, para darle un marco político razonable a este flujo necesario de personas. En Alcalá están que trina. Su alcaldesa aguantando el ninguneo de Madrid. Y muchos vecinos convencidos de que Trump lleva razón y los emigrantes haitianos se comen los gatos y los perros…
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