quemar los días

Hay poco rocanrol

Perreo, autotune, trolleys y cortadas de cerveza. Chonismo y amaneramiento

Ronnie Wood, de los Stones, acudió al Palau Sant Jordi al concierto de El Barrio, y compartió unos momentos de guitarreo con el artista gaditano. La noticia me produce tanto desconsuelo como confusión: ¿dónde quedó el rock? He oído el último álbum de los británicos ... y hay algunos temas con unas concesiones pop sonrojantes; recuerdan a los peores discos ochenteros de la banda, cuando se dejaron obnubilar por los sintetizadores y los sonidos electrónicos.

Esta semana, Sevilla se convierte en la capital de la música con los Grammys Latinos. He leído el programa de actividades y es como visualizar una enorme carta de comida basura. Como anticipo, o quizá por intentar colarse por un recoveco en la agenda -dirá después: sí, yo estuve en Sevilla en los Grammys-, Kiko Rivera dio el concierto de apertura de la primera edición del OktoberFest sevillano. El hijo de la Pantoja es un símbolo perfecto para una celebración de esta naturaleza; uno cierra los ojos y puede visualizar con nitidez a Paquirrín deglutiendo a la vez dos jarras XXL de cerveza, incluso con una mano libre para enseñar los cuernos a la cámara.

El OktoberFest es la máxima expresión de la barbarie etílica teutona; cuando los equipos alemanes de fútbol viajan fuera, en cada ciudad europea montan un pequeño OktoberFest: mesas atiborradas de jarras, micciones incontroladas, griterío y pendencia. Ahora Sevilla importa este modelo, que tiene un indudable punto choni. En eso coincide con los Grammy latinos, todo un derroche de chonismo.

Beber cerveza en jarra me parece sumamente desagradable. No es solo porque aquí, en Sevilla, la jarra suele calentarse rápido, sino también por el grosor del vidrio y por la zafiedad del tamaño. Tampoco soporto el chukrut; prefiero una buena tapa de espinacas con garbanzos.

La caída del Imperio Romano estuvo directamente relacionada con las invasiones bárbaras. Pero como nos ha enseñado la Historia, buena parte de la culpa del derrumbe vino de dentro. Cada vez son menos los bares sevillanos que se resisten a la deleznable moda de las cortadas de cerveza. Suerte que aún no ha llegado al Vizcaíno o al Tremendo, pero todo se andará. El vaso de sidra es norteño, pero servir la cerveza a medias es algo extrañamente autóctono. Tomar una cortada nos acerca a nuestra condición animal, más concretamente la equina: es como si bebiéramos de un abrevadero. ¿Por qué el tránsito del vaso de caña de cristal fino a este engendro de formato con apariencia de incompleto? ¿Qué pasó con los vasos de tubo? ¿Dónde queda el Satisfaction de los Stones?

Perreo, autotune, trolleys y cortadas de cerveza. Chonismo y amaneramiento. El que quiera rocanrol, que se conforme con una banda tributo. Y el que quiera sobrevivir a esta semana, que se exilie.

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