quemar los días
Espejito, espejito
En el Gobierno del guapo Sánchez, la estética se confunde con la ética, y gobernar se ha convertido en un acto cosmético
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Iniciar sesiónA mi suegra, que Dios la tenga en su gloria, la llegada de Pedro Sánchez al poder la pilló cuando ya padecía demencia, y nunca pude conocer su opinión sobre el actual presidente. Pero con todos los presidentes anteriores, desde que la conocí, su reprobación, ... cuando la había, siempre se ponderaba a través de la cuestión física. Así, por ejemplo, cada vez que le preguntaba, para chincharla, por Zapatero -todos los presidentes del PP, incluso Mariano Rajoy, le parecían señores de buena planta-, me contestaba con la misma expresión: «Es muy feo».
La fealdad y la belleza como signos de bondad y de maldad son tan antiguas como la filosofía platónica. Pero Umberto Eco, en sus sendas historias de la belleza y de la fealdad, ya nos advertía que no existe un canon estético atemporal, sino que todo debe valorarse en el contexto de los tiempos.
Muchas mujeres se refieren a Pedro Sánchez como el guapo. Aunque estoy convencidísimo de que mi suegra lo habría encontrado feísimo. A mí me gusta ver a la gente guapa en las terrazas o en la playa, pero cuando se trata del ejercicio del poder, desconfío. Cuando veo a nuestro presidente caminando hacia el atril de una comparecencia pública sin preguntas, o cuando da la mano a un dirigente a las puertas de la Moncloa, o cuando conversa sonriente con Yolanda Díaz en su escaño, no puedo evitar que suene en mi cabeza aquella célebre canción de La Lupe que Pedro Almodóvar inmortalizó en su mejor película: «Lo tuyo es puro teatro / Falsedad bien ensayada / Estudiado simulacro».
No estoy solo en esto. He hablado con bastante gente a la que la guapura del presidente le produce rechazo. Pedro Sánchez es guapo y se sabe guapo, y esa conciencia resulta tan evidente que acaba generando antipatía. Esa guapura, además, contamina no solo todos sus gestos, sino también su discurso, su forma de gobernar, el contenido de sus políticas. De este modo, igual que no ha existido en la historia de la democracia española un presidente más coqueto que Pedro Sánchez, nunca se ha dado el caso de un Gobierno más cosmético. La estética se confunde con la ética, y todo se reduce a un mero control y dispensación de las formas. Una oquedad muy bien maquillada y de apariencia resultona que, en realidad, no envuelve nada.
Ha pasado casi una semana del apagón más escandaloso de la historia de España y estoy convencido de que acabará la legislatura del guapo sin ninguna explicación sincera y honesta de sus causas. Ansío la llegada del día en que el CIS de Tezanos pregunte a los españoles su opinión sobre la gestión de la comunicación del apagón. Me temo, no obstante, que llegará mucho antes una consulta sobre quién creen, espejito, espejito, que es la persona más guapa del Reino.
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