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quemar los días

Birria

He acabado odiando las fotos: mediatizan y desvirtúan las experiencias. Son la antivivencia

Daniel Ruiz

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En la etapa del Camino de Santiago que concluía en Palas de Rei, nos tocó comer muy cerca de una pareja de peregrinos. La proximidad era un regalo para mi alcahuetería. En pocos minutos, deduje que el peregrino más mayor y el peregrino principiante, apenas ... un adolescente, se habían conocido por el camino. El peregrino veterano oficiaba como una suerte de maestro Yogui: llevaba a sus espaldas una docena de caminos, conocía todos los detalles de cada etapa, todos los trucos para resistir, los tramos más complicados, y el chaval lo escuchaba obnubilado, como si oyera al Señor Miyagui dando y puliendo cera. Pero donde la conversación alcanzó mayor brillo fue cuando al veterano le dio por la inevitable trascendencia. El camino es, decía, un camino interior, de conocimiento y reencuentro con uno mismo. La estampa zen le estaba saliendo perfecta hasta que el camarero llegó con el postre, una tarta de queso casera con una pinta formidable. Entonces, el peregrino zen sacó su móvil y le hizo una foto. Toda la trascendencia voló por los aires en una estampa ridícula.

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