TRIBUNA ABIERTA
¿(Des)agravio?
El ámbito sentimental simbólico de la «identidad» es difícil de precisar, y reducir el instrumento de expresión, comunicación y cohesión social a «bandera» emblemática, acaba por conducir a un arrinconamiento suicida
Antonio Narbona
En una grabación que circula por las redes, un cantautor aragonés (no tiene mala voz) se queja de que llamen a sus paisanos cabezones, tozudos, mastuerzos…, y especialmente de que se diga que «hablan fatal» (como se ve, en todas partes cuecen las mismas habas). ... Ante oyentes que ríen sin parar, va comentando, al compás de su guitarra, unas cuantas expresiones (boira ´niebla´, amabol ´amapola´, escobar ´barrer´, laminero ´goloso´, panizo ´maíz´…) que considera «propias» de su tierra, pese a estar todas en el Diccionario académico, y casi ninguna marcada como aragonesismo. Tras cada una de ellas, el mismo pegadizo estribillo: «¡qué le voy a hacer! no tengo la culpa –y sí mucha suerte- de nacer aragonés».
Por los mismos cauces me llega Notiçia d´Armeria, er periódico dihitâh mâh leío d´Armeria, que, desde 2009, «no a exo mâh que creçêh en difuçion atta combertirçe en lídê». He aquí un titular, tomado al azar: «Hônnâh çobre el Ôççerbatorio de Calâh Arto» (la información versa sobre las Jornadas en que se conmemoró el medio siglo del mayor observatorio astronómico de Europa, el de Calar Alto.
Mientras en la letra entonada por el («a mucha honra») baturro se hace descansar la «arrogancia» en cierto léxico «singular», en el periódico almeriense se encomienda a la «escritura» de ciertos hábitos articulatorios tenidos por «peculiares».
Es improbable que el cantante maño conozca el Atlas Lingüístico de Aragón (y Navarra y Rioja), publicado entre 1979 y 1983, en que se recogen miles de voces que se usan (o usaban) en la zona. Y casi seguro que el director del diario de Almería Rafaêh M. Martô (se presenta como autor de publicaciones varias, incluida la «nobela» [sic] Tó por la patria), ignora la existencia del Atlas Lingüístico de Andalucía (1963-1973), en el que, para transcribir (que no «escribir») las diferentes realizaciones en Andalucía de vocales y consonantes, se ha tenido que recurrir a unos 170 signos gráficos. Las dos obras fueron coordinadas por M. Alvar.
No creo que un lector (si lo hay) que se tope con «Er Armería çe la huega en Hetafe»; «Caçol-la: Con un çolo conçehâh pueo cêh arcarde»; «Er terçêh carrîh de la A-7 ba pa largo»; etc., se sienta «orgulloso» de ver reflejada por escrito tal fonética. Si acaso, esbozará, extrañado, una torcida sonrisa.
Lo de menos es que se elimine la «v» («nobela, ba») o que se multipliquen como hongos los acentos circunflejos (^). Nada importa tampoco que no haya modo de averiguar cuántos y qué sonidos se representan mediante las grafías «ç» («cêh» ´ser´, «Caçol-la» ´Cazorla´, «Ôççerbatorio»…) y «h» («Rafaêh», «Ehío» [Ejido], «terçêh», «carrîh»…).
¿Por y para qué se lleva a cabo tan ímprobo esfuerzo? Si hay alguien dispuesto a someterse a la inútil tortura del endemoniado galimatías de tan desquiciante ortografía, con que se quiere «retratar» una (¿cuál?) variedad andaluza, sabe que no va a tener compensación alguna ¿Quién va a querer compartir un «experimento» que terminaría por aislarlo, no sólo de los centenares de millones de hispanohablantes que –tras muchos tanteos a lo largo de siglos- disponemos de una ortografía común («envidiada» por los usuarios de otras lenguas «de cultura»), sino también de los (muchos más) que, sin tener el español como idioma materno, lo leen sin dificultad?
Tan descabellada iniciativa, que no creo tenga mucha «difuçion», y a cuyos promotores no parece preocuparles «ganar» lectores (aunque digan que es el periódico mâh leio de la provincia), muy poco tiene de nueva ni original. Viene a sumarse a otras anteriores, a las que me he referido en alguna ocasión, y todas coinciden en su pretensión de «liberar» al andaluz (insisto ¿a qué andaluz?) de un supuesto agravio y contribuir a su «dignificación». Los que ponen en marcha tales propuestas no cuentan con que los intentos de «desagravio» no dan resultado en el ámbito de los usos idiomáticos, y están especialmente condenados al fracaso estrepitoso cuando afecta a la escritura.
En realidad ¿qué persiguen? El ámbito sentimental simbólico de la «identidad» es difícil de precisar, y reducir el instrumento de expresión, comunicación y cohesión social, que nos define como especie única, a «bandera» emblemática, acaba por conducir a un arrinconamiento suicida.
Menos mal que no hay peligro de que eso suceda. Y no sólo porque nadie —de Almería o de cualquier sitio—- modifica sus hábitos articulatorios para «adaptarlos» a la escritura (tampoco a la estándar), sino porque ningún andaluz (que es hablante de español, no se olvide) va a pensar que recuperará la «dignidad» (¿perdida, arrebatada?) de «su» peculiar pronunciación (cada uno la suya, claro). Lo único que conseguiría un hipotético practicante de tan «original» escritura sería autoexcluirse de la compartida por los que constituimos la segunda comunidad idiomática del mundo. Sobra decir con qué consecuencias.
Catedrático Emérito de la Universidad de Sevilla y Vicedirector de la RASBL
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