la tribu
Siembra mala
Basura de quienes han hecho de su vida una basura, y por allí por donde pasan sólo pueden «sembrar» sus miserias
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Iniciar sesiónSI el verde que se echa entre los pinos tratara de ser más verde, rompería en azul. O en negro. En el campo, cuando un verde está como este que nos han dejado las lluvias y el sol de enero, se dice que «revienta de ... verde», esa forma de decir que un color no puede ir más allá de él mismo sin romperse. Así está el piso del pinar. Y los pinos que se salvan de la seca tienen mucha vida en su característica corteza fisurada -conchinas, dicen en la tribu- y en las copas que sueñan viejos tiempos de tres o cuatro cosechas de piñas encima.
La mañana alta se envuelve en la transparencia de una luz exacta, una luz de oro frío, una luz que deja ver hasta donde al pinar lo cierra la lejanía. Hay lagunas por los bajíos; y en el camino, charcos y más charcos, como si un trueno hubiese roto la montera de cristal del cielo. Las esparragueras, a los pies de los pinos, cuasi ocultas por la exuberante yerba y el firme verdor del lentisco y la torvisca, aún están dándole de mamar a sus criaturas, por eso no asoman todavía las cabezas de sierpes de los espárragos. Hay silencio; los pasos por el arenoso camino son una onomatopeya de lija. De pronto, en callado vuelo, llegan nubes que racionan la luz en el pinar y tartamudean los brillos solares en el verdor asombroso. Ventea, y el viento trae lagrimillas de lluvia. El viento suena a aguacero. Al paso ligero que busca refugio antes de que llegue el seguro chaparrón, algo frena la marcha, algo que hace volver la cara. No es primavera, ni hace calor. ¿Por qué entonces este olor? Es un olor único, viejísimo en la memoria de los paisanos, un olor espeso, un olor aceitoso: las jaras, desatada su resina, son toda olor. Como lo sería el romero si lo restregáramos por las manos. No hay belleza vertical como la de un pinar, una dehesa, un bosque. Pero a esta belleza, sembrada ya por la Mano desde el Génesis, vienen sucias manos a sembrar el único grano que tienen: sus sobras. Plástico, cristal, lata… Basura de quienes han hecho de su vida una basura, y por allí por donde pasan sólo pueden «sembrar» sus miserias. Esta gente tendría que vivir en el basurero de su vida, extramuros de la belleza. ¡Que les prohíban siquiera mirar la belleza del pinar!
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