la tribu
Pasión
Cuando a Dios lo celebran acuden siempre a tu auxilio: flores, maderos, espinas, ramas de palmera, olivos…
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Iniciar sesiónVESTISTE al pueblo de campo con las ramas del olivo; eras, temblando, oración en las manos de los niños. O espina de oro escapada de un palmeral amarillo. El pueblo, Jerusalén con túnica de domingo tejida con el sol nuevo que te llegó desde el ... río o, acaso del otro lado, de los olorosos pinos. Campo y pueblo, pueblo y campo en elegante equilibrio. Como te pasa en el Corpus cuando te cuelgas del trigo las espigas como joyas rubias, y, asomo del vino, pequeñas uvas agraces en la gracia del racimo.
Tienes la Pasión en ti, porque en ti habita Dios mismo, y cuando a Dios lo celebran acuden siempre a tu auxilio: flores, maderos, espinas, ramas de palmera, olivos… Contienes la Creación y todo se hace contigo, y por eso estás en todo donde Dios tiene su sitio. Veo pasar la Pasión y estás pasando tú mismo. Escribo cuando los vientos corretean enloquecidos, y ahora se vienen del sur, del poniente… Un remolino de vientos te descompone las copas de los olivos, los brazos de las palmeras y los álamos del río. Y las nubes van y vienen como rebaño que al silbo de esos vientos ya no saben por qué senda, qué camino tomar… Y así andan las lluvias, y así el tiempo -calor, frío-, que marzo, como un febrero con extraños de juicio, ha hollado en la primavera sin haberse desprendido del invierno que ha llenado gavias, lagunas, y al río le ha desbordado las huelgas y parece un paraíso todo lo que a ti te habita, campo de marzo, bendito. Si Jesús convirtió ayer -¿recuerdas?- el agua en vino, tú has llegado a la sequía y en agua la has convertido, y ahora pasa la Pasión y tú con ella, allí mismo, le ofreces cuanto rebosa de hermosura en todos sitios. Eres la luz, y la flor, y el adorno más sencillo, y eres el Getsemaní, y el inocente cautivo, y por ser, eres tú, campo, madero del sacrificio, y noche oscura y silencio cuando todo se ha cumplido. Estás en todo, que en todo el Creador está contigo. Y en esta lluvia que ahora se desfleca, campo mío, eres la resurrección. Por los siglos de los siglos seguirás donde Él esté, justo al pie de su camino. Y allí aguardarás las horas, como lo fue en el principio, para darte todo a Dios. Al mismo Dios que te hizo.
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