la tribu
Invierno
Te dijo tu amigo el médico que «los viejos no cumplen años, cumplen inviernos»
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Iniciar sesiónLa burra en la cuadra y «la joce» en la choza. Eso dijo el labriego. El invierno encerraba viejos -cuando se era viejo con cincuenta años- y la vida diaria, en larga espera, tenía perfil de hechicero alrededor de la copa de cisco, cigarro empalmado ... y firma con el tacón de la bota para avivar el fuego. Un silencio muy parecido al aburrimiento se posaba en los hombres a quienes los años habían acobardado a salir de la madriguera del hogar cuando por la calle, y más por el campo, volaran sin misericordia los hocinos del frío y la tierra fuera un aguardo helado que empezaba a matar por la planta de los pies.
Te dijo tu amigo el médico que «los viejos no cumplen años, cumplen inviernos». Tú no lo entendías, porque la edad sólo entiende a toro pasado y tú andabas por los cuarenta y eras capaz de irte al campo a cualquier hora de cualquier día desde la Pureza a Ramos, hasta que un día, pisados ya los cincuenta, una blandura te puso cascarriosos los dobladillos del pantalón y, sin que lo notaras, te metió por los pies kilo y medio de pulmonía. La burra en la cuadra y la hoz en la choza. El pajar era la cartilla de ahorros del pienso animal y la choza, en el haza, era un apartado bolsillo de invierno revestido de yerba del maná. El campo, que espere. El otoño había metido la reja y dejado en los surcos, como un bando cansado, la pajarería de los granos. Que en el calmo de pan llevar no mate un afilado solano de amanecer o el aguardo de una helada. Que Dios diga a llover y a engordar soles, y que los días vayan dando un estirón de luz. La semilla esperaba y esperaba el hombre. La tierra es paciente.
Por eso, ahora, cuando la luz anda descalza y en cueros por los fríos caminos de la tierra, el hombre del campo —hombre ya entrado en años— sabe que lo mejor es un prudente acercamiento cuando hayan encendido la candela solar y, metido en el ruso y sin envalentonarse, bien calzado y bien tocado, ir a visitar, si es algo de precisión, la tierra que tantas veces, por imprudencia del labriego, se abrió lentamente como fosa fatal, que si una pulmonía, que si el corazón, que si… Los años. En invierno, la burra en la cuadra y «la joce» en la choza. Y echa firmas en la copa de cisco.
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