LA TRIBU
Abril
El campo que la Mano ha sembrado no tiene igual. No hay quien compita con esta hipérbole de margaritas
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEn el atril de abril veremos, ordenadamente colocados, los versos de Juan de la Cruz y de Juan Ramón, que el de Fontiveros y el de Moguer tenían mucho abril en su fe y en su tinta. Y esos versos, perfectamente organizados, los leerá la ... voz de la luz, que preguntará y contestará a un tiempo. El campo que la Mano ha sembrado no tiene igual. No hay quien compita con esta hipérbole de margaritas, malvas, jaramagos, amapolas, romero, lirios, jaras, hinojos… «Buscando mis amores, / iré por esos montes y riberas; / ni cogeré las flores, / ni temeré las fieras, / y pasaré los fuertes y fronteras». La luz lee despacio. Lee y, a veces, de reojo, mira cuanto le rodea. Y pregunta: «¡Oh bosques y espesuras, / plantadas por la mano del Amado! / ¡Oh prado de verduras, / de flores esmaltado!, / decid si por vosotros ha pasado».
Sí, habrá pasado. Si no, ¿cómo se explica el milagro, aquel que asombraba a otro genio –¿o debemos escribir «jenio»?–, de Moguer, por más señas, cuando se asomaba por días así al campo y decía: «Abril venía, / lleno todo de flores amarillas…». Se asombraba, como Juan de la Cruz, como nosotros, como las nubes que viajan, como el aire que pasa, como los pájaros que todo lo ven desde allá arriba… «¡El día / era una gracia perfumada de oro, / en un dorado despertar de vida!». Los dos de la mano, Juan de la Cruz y Juan Ramón, describiendo el milagro de la Mano. Si el de Fontiveros, «… Mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura, / y, yéndolos mirando, / con sola su figura / vestidos los dejó de fermosura». Si el de Moguer: «…El sol ungía de amarillo el mundo, / con sus luces caídas; / ¡ay, por los lirios áureos, / el agua de oro, tibia…». Con la labor de la Mano y estas dos voces, el campo es un altar ante el que hay que arrodillarse. Miremos los sembrados y los campos espontáneos, los árboles, los ríos, las flores que cantan cosecha, los verdes únicos… «…Mi Amado, las montañas, / los valles solitarios nemorosos, / las ínsulas extrañas, / los ríos sonorosos, / el silbo de los aires amorosos…». Campo abierto, de todos; campo feliz, campo rebosante, enamoradamente mío, mío, mío… En lecho de luz quiero quedarme «entre las azucenas olvidado…».
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete