Más gente que nunca

—Este año hay más gente que nunca...

Lo escuchabas ayer por la mañana.

La misma alegría comunal en la apreciación:

—¿Has visto? Este año, más gente que nunca...

—Uy, más gente que nunca...

Con lo cuál hay que pensar muy seriamente en cuanto se ha dicho, repetido y aceptado del sentido de la proporción del sevillano. Si tenemos tal sentido de la proporción (y den por escrito el tópico del paso de palio), ¿a qué nos gozamos de la masificación? Si tuviéramos, que es para ir dudándolo, ese sentido de la proporción, nos gozaríamos con todo lo contrario:

—Menos mal que este año hay menos gente que nunca...

Sería entonces señal de que, por ejemplo, la procesión agosteña no habría perdido sus proporciones. Que humildemente creo que las está perdiendo. Una Virgen de los Reyes con los aplausos de la Macarena y con las bullas de la Macarena delante del paso no es la procesión agosteña. Será el signo de los tiempos, si se quiere.

Pero no el signo antiguo de los tiempos en que la procesión creció y culminó su perfección. Que fue muy en nuestros días. Para ritos antiguos, el Corpus. Todo esto de la mañana de la Virgen de los Reyes es una liturgia sevillana cuya cima ha visto nacer la generación de nuestros padres, y basta recordar unas fechas. El paso, en su forma actual, lo diseñó Juan Talavera, y en 1924. El patronazgo de la Archidiócesis, el esplendor de la novena, es de 1947, de tiempos del cardenal Segura. Esos que impropiamente llaman «tradicionales nardos» son de 1945: para que vean hasta qué punto se está devaluando el término «tradicional», cuando se aplica a algo de 1945...

—Por cierto, a ver si dices que el paso tiene cada año más nardos. Que no es un paso con nardos, sino unos nardos con paso. Que tantas flores ponen, que han roto la proporción del conjunto, de forma que ni siquiera puede verse la belleza de la peana de plata de leones y castillos. Igual que hablas de la inflación de las cofradías, a ver si mañana hablas de la inflación de los nardos...

Mañana, hoy, hablo de que comparto esa opinión acerca de los nardos. Y que no comparto la general satisfacción por la masificación de la procesión agosteña. A la Virgen de los Reyes hay que verla con menos gente; la bulla semanasantera saca el rito estival de su secreto canon. Y, luego, el sol. Vuelvo a insistir en cuanto el año pasado escribí. Hay que pensar que estamos sacando a la Virgen a las seis de la mañana, hora solar. De esta forma, nunca más le dará el sol en la Puerta de los Palos, en el instante mágico de las campanas, la luz y la petición de las tres gracias. Hasta la Punta del Diamante, ya a las siete hora solar, no le dio ayer el sol a la Virgen. Luego si queremos apresar esta agua que se nos va de entre las manos llamada Sevilla, bueno será devolver la hora de salida al tiempo de siempre, a las ocho hora solar, que corresponde a las diez, hora oficial.

(A ver si el año que viene, Dios mediante, puedo decir que tal absurdo se remedió, como hogaño he de comentar que el arzobispo Amigo no iba revestido de enemigo, y que no llevaba el báculo magefesa del pasado, sino uno dorado y esmaltado, acorde con la riqueza de los ternos del tesoro catedralicio y con la solemnidad del día).