EN OBSERVACIÓN

Sánchez en las Azores

La cumbre egipcia de golpistas queda ahora en el lado correcto de la historia

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Subdesarrollo sostenible

Nada más bajarse del avión, Albares se puso manos a la obra. «Mientras yo hago tiempo, tú date una vuelta por el balneario y pregunta por las saunas, a ver cómo las tienen aquí organizadas, para una cosa de Begoña, y hazle fotos a todo», ... le había dicho. «Qué palmeras, presidente, y el mar al lado, parece esto la Mareta». «Ah, y compra dátiles. No olvides que eres un actor relevante en este proceso de paz«.

Ya sin el lastre del actor relevante, el presidente del Gobierno se dejó llevar por un miembro del equipo de protocolo, al que de inmediato le preguntó por lo de la foto, que dónde lo iban a poner. «Es a lo que he venido». «Vamos a ver, por empezar por el principio y aclararnos, ¿usted de parte de quién viene?, ¿de la familia del novio o de la novia?», le dijo en perfecto español el guía, que por lo visto tenía familia en Benalmádena, por la zona de Torrequebrada. «Yo soy del lado correcto de la historia», le espetó Sánchez con la petulancia que gasta y los reflejos de una fiera acorralada, esquinada en una foto con hechuras de jaula. «Pues nos va usted a perdonar, pero es que de eso que usted dice no es que no nos quede, es que nunca hemos tenido. Mire usted, aquí se va a juntar lo peor de cada casa, empezando por nuestro presidente. Si repasa usted la lista de los que cortan el bacalao y que se van a poner allí, donde la tarima, se va a dar cuenta de que el nivel de autoritarismo, por decirlo con elegancia, es altísimo. Entre moros y cristianos, aquí no va a caber un hijoputa más». «Hombre, a mí me gritan lo de hijo de puta según piso lo calle». «Eso le digo yo que aquí no le va a valer. Mire, usted va en esta zona, ¿lo ve en el planillo?, con los europeos y los que todavía no se han enterado de nada». «Pues yo creo que tengo que estar en la tarima, con los hijoputas. Lo dice la gente». «Es que aquí tampoco tenemos de eso. La gente no hace nada más que dar problemas». «A mí me los quita de encima Margarita Robles en los desfiles, pero si ustedes me ponen por allí detrás a unos cuantos, verá que llevo razón y en cuanto se pongan a gritarme seguro que me recolocan en la foto. Espere un momento, que me están llamando y parece importante. ¿Dime? Sí, sí. Bien. Sí. Esos, sí, los que vienen sin hueso. Cuatro cajas, y pide bolsas, no como la otra vez. Perdone. Era uno que he mandado a por dátiles». «Voy a ver qué puedo hacer con lo de la foto, pero ya le adelanto que gente para que le grite no tenemos, ni aquí ni en todo Egipto. Es que no nos gusta, qué le vamos a hacer, como lo del lado correcto ese que usted dice de la historia. Espere si es tan amable en aquella jaima, que tenemos ya puesto el aire y hay para picar, y en cuanto pueda le digo algo». «Si necesitan algo, que lo pidan», le había dicho su superior antes de que empezaran a llegar los aviones.

Liberado del rigor del protocolo, el hombre se apresuró en llegar a la sala donde esperaban los demás guías. «¿Qué tal el tuyo?». «Confundido. Muy confundido lo he visto al pobre, o mareado por el viaje, yo qué sé, a ver si se entona». «Qué pena. El mío, igual, otro de los que hablaban de la foto de las Azores con la pegatina del 'No a la guerra' en la pechera y vienen ahora, yo creo que desorientados, al posado que el del golpe de Estado de 2013, el de aquí, le ha organizado al del golpe de Estado de 2021, el del Capitolio». «Es para montar una democracia de esas, aquí al lado«. »Van a poner aquello de palmeras que va a parecer la Mareta«. »Verás tú qué dátiles«.

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