EDITORIAL
No hay #metoo en el PSOE
Los mismos que animan a las mujeres a denunciar el más mínimo gesto de machismo, contemporizan ahora con el peor machismo acosador por afectar a exdirigentes del partido
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Iniciar sesiónLas mujeres del PSOE están viviendo días convulsos por la evidente intención de la cúpula del partido de poner sordina a las denuncias por acoso presentadas internamente contra Francisco Salazar, el asesor de confianza de Pedro Sánchez. Solo cuando Sánchez pretendió que Salazar accediera ... a la nueva ejecutiva del partido, alguna dirigente, como Adriana Lastra, alzó su voz para evitarlo. Salazar fue descartado para la dirección del partido y oficialmente apartado del núcleo de Sánchez, aunque ya se sabe que con Sánchez, los excluidos por sus relaciones tóxicas con las mujeres siempre tienen una segunda oportunidad, como sucedió con José Luis Ábalos.
Al PSOE no se le da bien la gestión de los acosos a mujeres y, en general, la coherencia entre lo que dice sobre el feminismo y lo que hace con las víctimas propias del machismo. La reunión de urgencia que convocó su dirección con los responsables de igualdad para tratar su inacción ante las denuncias contra Salazar acabó en fracaso. Y no podía acabar de otra manera, porque Salazar es un hombre de confianza de Sánchez y Sánchez debe lo que es como secretario general del PSOE a quienes han sido descritos como depredadores sexuales. La excusa del PSOE es que su canal interno de denuncias anónimas tuvo un fallo en el mes julio. Quien quiera ejercer de ingenuo puede creerse esta versión. Los socialistas conocen esas denuncias desde hace mucho tiempo y la responsabilidad de que no hayan tenido su curso está compartida por la dirección del PSOE con las dirigentes, pasadas o actuales, que consintieron esa especie de pacto de silencio que saltó por los aires cuando Sánchez quiso a Salazar en la ejecutiva del partido. Ahora todo son lamentaciones y exigencias al PSOE porque el caso ha salido a la luz, pero cualquiera de las dirigentes socialistas que tuvo conocimiento de esos acosos pudo acudir –y puede hacerlo hoy mismo– a la Fiscalía para que se iniciara una investigación. También podían hacerlo las propias víctimas, sin cuya denuncia no será posible judicializar sus denuncias.
También callan las ministras de Sumar, concernidas por el manto de opacidad con el que su socio socialista cubre las denuncias internas de mujeres. Son ya muchos episodios de desprecio a la mujer en la trayectoria del PSOE de Pedro Sánchez: el consumo de prostitución por personas íntimamente relacionadas con la carrera política de Sánchez, la financiación de sus primarias a la secretaría general con dinero sucio procedente del mismo negocio y, ahora, el encubrimiento a Francisco Salazar, expectante a que sus casos se enreden en los vericuetos de una artificiosa normativa del partido y acaben sepultados por la prescripción.
Los mismos que animan a las mujeres a denunciar el más mínimo gesto de machismo, contemporizan ahora con las peores expresiones del machismo acosador, solo para no molestar a un líder señalado por la falsedad de su discurso sobre la defensa de la mujer. El famoso movimiento #metoo, o su versión española del «hermana, yo sí te creo», no tiene sucursal en el PSOE, donde nadie tiene la suficiente autoestima para presentar, por sí mismo –o por sí misma– un simple papel en la fiscalía más cercana denunciando unos acosos que eran, al parecer, notoriamente conocidos en los pasillos de Ferraz. Las exigencias que algunas mujeres socialistas dirigen a la dirección socialista para que acuda al Ministerio Fiscal son brindis al sol y una manera de sedar la propia conciencia. Que vayan ellas, sin esperar un minuto, y le monten a Sánchez el #metoo que demanda la coherencia con su feminismo, si es que no es de boquilla.
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