EN OBSERVACIÓN
Paco Salazar o la sublimación de la charo
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Al núcleo irradiador de La Moncloa no se le ocurrió otra cosa mejor la tarde del pasado domingo que anunciar la destitución de «la mano derecha de Paco Salazar», sin especificar con cuál de sus dos órganos prensiles se subía la bragueta según salía del ... baño e intentaba tocar pelo y pechuga en sus tardes de gloria y oficina el célebre asesor presidencial, concejal sevillano, seductor palaciego y, en suma, gran desconocido del sanchismo. ¿Es y era Salazar diestro o zurdo?, ¿qué mano alargaba para tratar de pillar cacho?, ¿derecha, extrema derecha, ultraderecha?, ¿se hacía las uñas?, ¿tenía buen tacto? La pertinaz opacidad del entorno de Pedro Sánchez nos va a dejar con las ganas de atar cabos y determinar el alcance y las consecuencias de una amputación cuyo parte médico recurre al tópico regresivo de 'la mano derecha' –la buena– e ignora el rabo como apéndice progresista y metáfora avanzada de una cirugía mayor cuya semántica sigue anclada en los cánones de un tiempo que creíamos felizmente superado.
Abierta o cerrada, puño en alto o alzada, imantada por una teta o liberada de toda ética, tiene la mano derecha de Salazar un simbolismo digno de la más refinada heráldica sanchista, junto a los muebles ya establecidos –o divisas como «tanto montan, montan tanto, José Luis como Santos»– del Peugeot, el tubo de neón, la chistorra, la tarjeta de la Paqui, la batuta del hermano o la galleta fontanera. Todavía hay sitio en el escudo para la mano derecha de Paco Salazar, chivo expiatorio de un limpia que, sin contemplaciones, ha sacrificado la magna aportación del exasesor de La Moncloa al proceso de resignificación y sublimación de la figura de la charo, esencial en la España que Avanza y a cuyo rescate acudió el Observatorio de la Imagen de las Mujeres mientras el núcleo irradiador de La Moncloa, ya es coincidencia, sacaba la sierra Gigli para cortarle la mano buena al pobre Salazar, el de «hasta el rabo todo es Paco».
En su fetua, el Observatorio de la Imagen de las Mujeres intenta establecer una taxonomía de la charo, espécimen progresista que sitúa en el gremio de las «funcionarias de la administración –local, comarcal o estatal–» y cuya fisonomía las mete de cabeza en el saco y la «categoría de mujeres supuestamente no deseables». Según sale del baño, es aquí donde entra Salazar, nuestro Paco, el de la mano derecha. Si Presidencia cuenta con casi quinientos asesores y a esta cifra aplicamos la cuenta de la vieja de las listas cremallera y bragueta, redondeando nos vienen a salir unas 250 mujeres, presuntas charos por su desempeño laboral y sexualmente indeseables según el canon del propio Observatorio, mujeres de nómina y compromiso que pese a la campaña de escarnio que sufren por parte de la ola reaccionaria fueron capaces de despertar la libido de Salazar. Los diecinueve folios que las observadoras del Ministerio de Igualdad han necesitado para denunciar los estereotipos que rodean a estas desdichadas y vilipendiadas servidoras públicas son papel mojado e higiénico al lado de la demostración práctica de Paco, el asesor, ahora manco, que las hizo deseables, hasta la inmolación.