Ábalos se parapeta en Koldo y niega relación estrecha con Aldama
El exministro no implica a ningún miembro del Gobierno y rebate las acusaciones de mordidas
Desvincula el chalet de la licencia de hidrocarburos y niega haber intervenido en obras de carreteras
El diputado saca a su hijo de las acusaciones de Aldama y anuncia querella

Fueron tres horas de negaciones y explicaciones las que dejó ayer el exministro de Transportes José Luis Ábalos en el Tribunal Supremo para una conclusión que se resume en un par de frases: que nunca cobró mordidas de ningún tipo y que cuanto tramase ... el comisionista Víctor de Aldama dentro y fuera de su ministerio lo haría por su relación «estrecha» con el asesor Koldo García, porque con él no la tenía. Una idea más: ha sido víctima de una causa política que ha rebasado los límites del aforamiento por culpa, sobre todo, del Partido Popular.
Cercado por una investigación de más de tres años a partir de unos contratos de mascarillas de 53 millones de euros y por las recientes acusaciones de Aldama que le implican en mordidas por obra pública, Ábalos, que acudía voluntariamente ante el juez, con veinte minutos de antelación y la sonrisa puesta, se decía dispuesto a «desmontar» las «mentiras». Y en ello se afanó, aunque con algún que otro tropiezo más por sinsentidos que por contradicciones, exponiendo un relato donde todos los caminos llevaban a Koldo García y/o a Aldama. A nadie más. No hubo recados para miembros del Gobierno, si acaso para el último Ejecutivo de Rajoy cuando dejó caer que tuvo que adoptar en el ministerio mecanismos adicionales para prevenir la malversación. Fue una comparecencia centrada en la exculpación, por eso llevaba semanas pidiéndola.
En estos casos, se empieza por el principio. Ábalos lo sitúa en 2017, cuando el entonces secretario de Organización del PSOE en Navarra, Santos Cerdán, le presentó a Koldo García. Tenían que «coser el partido» tras la carrera de Pedro Sánchez al estrellato y él le hacía de chófer 24 horas. Cuando llegó al ministerio le premió con uno de los cinco puestos de asesor de su gabinete. Su tarea era asistirle. Le mandaba a la farmacia y a por tabaco. Eso era Koldo García, sentado tras la puerta de su despacho.
Ahí empiezan la historia y los matices. Fue Koldo, según dijo, quien le presentó a Aldama ya con cargo de asesor en Air Europa. Pero en febrero de 2019 sólo le había visto un par de veces. Sin embargo, como apercibió el fiscal, firmó alquilarle un piso en la Castellana con opción a compra. Iban a ser 2.500 euros al mes y a los cuatro años, más de 700.000. La explicación de Ábalos: que buscaba piso desde diciembre de 2018 y Koldo le dijo que un amigo acababa de comprarse una ganga. Firmó con Aldama, sí, pero no llegó a ejecutarse el acuerdo porque los problemas que aducía el comisionista con el usuario de la vivienda se enquistaron. Nunca le entregó las llaves así que no conserva copia del contrato porque no se ejecutó. Por descontado, no fue, como dice Aldama, una garantía de comisiones por obra pública preadjudicada a empresas que pagarían ese peaje. Además, el hijo de Ábalos no se interesó por aquel piso, como sostuvo el comisionista. Hablaron entre ellos por WhatsApp, sí, pero sólo «de fútbol». Y eso que el exministro subrayaba una y otra vez que nunca tuvo relación estrecha con Aldama.
De las comisiones de obra, el empresario aportó unos presupuestos de la Dirección General de Carreteras que a golpe de subrayados, marcarían las obras con comisión. Ábalos negó la mayor con dos premisas. La primera, que el ministro no firma las ampliaciones de obra sino el secretario de Estado. No intervino. La segunda, que él nunca se metió en asuntos de carreteras durante su mandato. Además, como ya dijo a ABC, las anotaciones a mano que se ven en los folios no son suyas.
El contrato coincide en fechas con el viaje que hicieron juntos a México -foto con el gobernador de Oaxaca incluida e infraestructura clave de telón de fondo-. El exministro sostuvo que aquello lo organizó Exteriores como no podía ser de otra manera, no Aldama. Iban porque el recién llegado López Obrador quería liquidar un proyecto de aeropuerto que dejaba a Ineco, del Ministerio de Transportes, comprometida. Pero Aldama ofrecía contacto con Oaxaca, epicentro del que sería el Tren Maya, y con el Senado, así que aprovechó la situación y hubo reuniones. Sin más.
De Venezuela a la Alcaidesa
De esta faceta internacional de Aldama hubo más preguntas. Anticorrupción se interesó por la carta que habría usado para presentarse ante el opositor venezolano Juan Guaidó como representante del ministerio. Tenía su sello, el nombre de Ábalos y una carpeta de piel con el escudo de España grabado. Para el exministro, ni el papel es del oficial, ni el documento es veraz porque las cartas que él expide llevan firma y no sello, aquí es al revés. La carpeta sí, dijo. Se dejan en una estantería en el gabinete. Pudo cogerla, pero nunca le habría delegado representación del gobierno en un particular cualquiera.
Negaba esto y negaba también haber intervenido para que los 53 millones de euros en mascarillas se adjudicaran a la empresa que Aldama representaba, Soluciones de Gestión. Asegura que supo qué empresa era cuando ya estaba decidida porque no entró en eso ni participó en ninguna reunión, como tampoco se llevó comisión por ello.
La Guardia Civil sí habla de contraprestaciones, como que un socio de Aldama pagó hasta 88.000 euros de alquiler del piso en Madrid de la que era novia de Ábalos, Jessica, quien además encontró trabajo en Ineco y después en la también pública Tragsatec. Del piso, Ábalos de nuevo remitió a Koldo, que era amigo de la mujer y fue quien les presentó. Reconoció que alguna ayuda pudo darle para que pagase sus gastos, pero nada de favores de Aldama para él. En cuanto al trabajo, el señalado esta vez fue el hermano de Koldo, Joseba García, que también trabajaba en Ineco (y la UCO cree que por enchufe). Él la acogió como asesora de un proyecto. Cuando acabó la iniciativa, su trabajo también. Ella se lo comunicó a Ábalos y este se lo reenvió a Koldo. Según el exministro porque ya no estaban juntos y era «cosa» de su asesor, no suya. No sabía cómo saltó a la segunda empresa.
Otra de las prebendas de Aldama sería el chalet en Cádiz que un socio suyo compró para el «disfrute» del ministro, que se vio desalojado cuando ese socio no consiguió del Gobierno una licencia para su empresa de hidrocarburos. Ábalos, que va a aportar documentación, defendió que fue desahuciado por no pagar. Iba a ser una casa de veraneo en familia pero por el camino, se separó y la situación cambió. Sólo estuvo dos o tres veces allí y la última le cortaron la luz. Así dejó de pagar y así acabó desahuciado. Nada que ver, dijo, con el fuel. En todo caso, el interlocutor con la propiedad era, de nuevo, Koldo García.
Tres horas de interrogatorio dieron para más asuntos, como el rescate de Air Europa, donde Ábalos redujo su papel a trasladar la «inquietud» que a su vez, recibía del entonces CEO de Globalia, Javier Hidalgo. Dijo en este punto que no necesitaba a Aldama de intermediario teniendo línea con el jefe.
Del resto de acusaciones de Aldama, como una mordida para Cerdán, no se trató porque no afecta directamente a Ábalos. A las preguntas de la acusación popular, encarnada en la sala sólo por el abogado del PP por decisión del juez, no quiso contestar. El abogado de Aldama apretó con la carta de Guaidó y el de Koldo, pese a todo, no quiso preguntar, lo que suscita las sospechas de un pacto. Declaran ambos la semana que viene.
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