La peor campaña de la pesca gallega
Para recordar una temporada tan mala los marineros de Galicia tienen que echar la vista tres décadas atrás. Un tren de borrascas mantiene casi toda la flota amarrada a puerto
lidia rey
Alternan alertas de nivel naranja con otras de máximo riesgo. Encadenan temporal tras temporal, cada cual más recio y embravecido. El litoral gallego lleva semanas sin levantar cabeza, con un mes, el de enero, récord en cuanto a precipitaciones se refiere. Lluvias a las que ... se suman fuertes vientos y un mar de fondo que trae de cabeza a los marineros de las tres provincias costeras. No recuerdan nada igual —dicen— desde la década de los ochenta. Esta semana, sin ir más lejos, los gallegos padecieron las embestidas de tres ciclogénesis explosivas.
Primero, fue «Petra» , que con vientos de más de 150 kilómetros por hora dejó tras de sí un reguero de más de 350 incidencias, un menor desaparecido en Foz y un barco a la deriva frente a la costa coruñesa. Sin tiempo a recuperarse de los daños llegó «Qumaira» , con vientos huracanados y fuertes lluvias que azotaron la Comunidad de norte a sur. Y finalmente, «Ruth» prolongando una interminable alerta roja.
«¿Mi valoración? ¿Cómo la quieres, mala, mala o muy mala? Esto es desastroso, estamos en un punto que no sabemos a quién tenemos que rezar, pero desde luego, esto debe cambiar sí o sí. Estamos en un punto de no retorno, eso está claro», afirma rotundo Basilio Otero, patrón mayor de la Cofradía de Burela. Los pescadores de este municipio de la costa lucense no salen a faenar de forma regular desde mediados de noviembre. «Se puede salir algún día, pero esporádico. Una semana se sale un día, otra semana dos... De forma habitual hace mucho que no salimos», explica el patrón burelés.
«El problema es que no tenemos qué ofrecer»La flota pesquera permanece amarrada a puerto día tras días. Como consecuencia, la mercancía en las lonjas desdencendió considerablemente, mientras los consumidores se mantienen estables. Según Basilio, atendiendo a la ley de la oferta y la demanda, los consumidores sí compran el producto, «el problema es que apenas tenemos qué ofrecer». «Los vecinos de esta zona consumen mucho pescado, y al haber menos variedad, se vende más caro», afirma.
La flota de Burela, con más de treinta embarcaciones, acumula «pérdidas cuantiosas» —que oscilan entre los 300 y los 500 euros diarios por pescador—, por dos razones: el mal tiempo coincidió en una de las mejores épocas del año, los meses de mayor productividad; además, pese a estar acostumbrados a los temporales, «no consiguen levantar cabeza», explica Basilio.
Tras la «marea roja», la lluvia
En la ría de Muros y Noia, frontera natural que divide las denominadas «Rías Altas» de las «Baixas», los mariscadores salen a flote a duras penas. Después de superar una «marea roja» cuando todavía calentaban motores —en el segundo día de campaña— afrontan la recta final de la temporada con la incertidumbre diaria de si podrán salir a faenar o no. «Estos días quedaron en tierra el 95% de los barcos, y de las 380 maricadoras de a pie, salieron unas 180», afirma Santiago Cruz, patrón mayor de la Cofradía de Noia.
«A las intensas lluvias hay que sumar la salinidad»A las grandes pérdidas económicas que encajan 1.600 trabajadores de la Cofradía noiesa, unos 70.000 u 80.000 euros diarios, Santiago añade su particular temor: «A las intensas lluvias hay que sumar las consecuencias que acarrean: que mueran los bivalvos por falta de salinidad», advierte el patrón mayor. Y es que, en enero, los mariscadores de esta ría ya vieron como perdían el 60% de almeja babosa, vícima de las riadas. Además, en el mercado los precios, ligeramente más altos, no consiguen compensar los gastos que acarrea la actividad irregular debido a que el producto extraído es muy limitado. A finales de enero la Cofradía conseguía vender casi 13.000 kilos de marisco, ganando más de 43.000 euros en total. Una semana después, no lograba alcanzar los 7.000 kilos de bivalvo —entre almeja y berberecho—, facturando apenas 24.000 euros.
«Algo similar en el 83»
Para la localidad vecina de Porto do Son el futuro no es más alentador. «En este momento no hay nada de nada. La última facturación de pulpo fue el 20 de diciembre y hasta el 20 de enero no volvimos a vender. Después vendimos una semana, y nada más», afirma José Francisco Quintáns, trabajador de la lonja sonense.
«Esta temporada fue inexistente»Esa semana de «suerte» consiguieron colocar en la lonja unos 3.000 kilos de pulpo —aunque lo «normal» sería alcanzar los 6.000 o 7.000 kilos— a 6 euros el kilo, «un precio normalito». «Esta temporada fue prácticamente inexistente. Apenas salen a faenar uno o dos barcos cada día», confiesa José Francisco. Llevan dos meses, camino de tres, amarrados en tierra. Con olas que, en ocasiones, llegaron a alcanzar los diez metros de altura, no pueden trabajar. Ni siquiera esperan «un milagro», solo que el mal tiempo cese. «Los ánimos están por los suelos, la gente está aburrida, ya ni andan por el muelle», relata el trabajador. «Mirar para la ría da miedo — continúa—. Hay muchos años que no se recuerda esto. Debió ser en el 83 la última vez que se produjo algo similar. Entonces los marineros también estuvieron dos meses sin salir a faenar, por el mal tiempo», recuerda José Francisco.
Dos meses de parón
Por el sur las cosas tampoco pintan mejor. «Aquí no hay nadie, ni jóvenes ni mayores, que recuerden nada igual», asegura Francisco Pérez, patrón mayor de la Cofradía de A Guarda. En A Guarda no salen a faenar desde el pasado 6 de diciembre. Dos meses que nadie lleva «un duro» para casa. «Creo que en el mundo no hay empresa que soporte dos meses sin trabajar, con gastos y sin ingresos. Los marineros tienen los ánimos por los suelos», confiesa el patrón mayor.
«Nadie recuerda nada igual»En esta localidad del sur de Pontevedra se dedican a las artes menores, pescan lenguado o lubina, productos que antes de Navidad se vendían a 14 euros el kilo. «Pero ahora ya no hay nada», lamenta Francisco. De media, cada marinero está perdiendo entre 300 y 500 euros diarios. Los barcos más grandes, con cinco o seis tripulantes, pierden más de mil euros al día.
«Y lo peor es que a fin de mes hay que pagar el seguro, y todos los gastos, como cualquier empresa». Calcula, que unos 500 o 600 euros. Es decir, lo que ganarían en dos días de faena, pero dos son, precisamente, los meses que llevan sin poder salir al mar.
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