«El mar nunca da una segunda oportunidad»
Cuando el mar engulle a una persona, el servicio del 112 pone en marcha una búsqueda en la que «las predicciones matemáticas no siempre funcionan»
p. abet
En el ecuador de uno de los inviernos más duros de los últimos años, el número de personas arrastradas mar adentro mientras paseaban cerca de la costa o trataban de retratar la fuerza de las olas se ha disparado preocupantemente. Casos como el de la ... muerte de tres miembros de una misma familia que contemplaban el temporal desde el faro de Valdoviño o la reciente desaparición de un menor de 15 años, al que una ola engulló en Foz, ponen a los servicios de emergencias y salvamento en el punto de mira. Y es que, cuando el mar ataca, la reacción de estos efectivos es inminente. «En cuanto salta una alerta la respuesta está planificada y protocolizada», explica en una charla con ABC José Antonio Argibay, técnico de operaciones y logística del 112.
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En ese momento, tanto Sasemar como los servicios autonómicos se interconectan para iniciar la búsqueda por tierra, mar y aire. Además, en casos como el de Foz, se crea un puesto de mando avanzado desde el que se centralizan las comunicaciones con todos los efectivos desplegados en la zona; una medida para optimizar la búsqueda garantizando la seguridad de todos los participantes. Antes de iniciar los rastreos, los encargados de peinar el lugar echan mano de unas modelizaciones matemáticas que —siempre en función de las zonas de corriente y de la dinámica de las mareas— pueden indicar la deriva del cuerpo. Eso sí, advierte Argibay, «el problema está en que la naturaleza no se rige por las normas matemáticas, por lo que aunque nosotros nos guiamos por ese modelo no podemos descuidar el resto de zonas».
Mar y matemáticas
Buena prueba de que estas predicciones numéricas no siempre responden a la realidad es el caso de los policías desaparecidos en el Orzán en enero de 2012. «Esa mañana, las previsiones apuntaban hacia otro lado cuando los cuerpos ni siquiera habían salido de la ensenada», explica el técnico del 112. «Ojalá supiéramos a ciencia cierta dónde están los cuerpos que buscamos, pero en muchas ocasiones acaban apareciendo la latitudes distintas, en otras costas o incluso en los aparejos de algunos barcos cuando suben las redes», comentan desde la central de emergencias gallega.
Pendientes de uno de los temporales más cruentos de lo que va de invierno, la búsqueda del menor arrastrado por la marea el pasado domingo en la Mariña lucense se canceló ayer momentaneamente debido a la intensidad de las olas que baten la zona. «Tal y como está el mar sería impensable llevar a cabo el rastreo porque, aunque hubiese un avistamiento desde tierra, no se podría recoger el cuerpo. Además, el mal tiempo complica la calidad de percepción y el radio de visión es mucho peor», aclara Argibay, que no duda en situar a España en el ranking de los países más punteros del mundo en lo que a salvamento marítimo se refiere.
Calendario de la búsqueda
Acerca del procedimiento por el que se rigen las búsquedas de desaparecidos en el mar, los expertos señalan que es en los primeros días donde más efectivos se vuelcan en el rastreo. «En los primeros momentos es cuando metemos todos los recursos y nos encargamos de que no quede nada por mirar», inciden. Pasadas las 72 horas, el rastreo se relaja a no ser que el hallazgo de una prenda o una pertenencia de la persona en cuestión ponga a los implicados en la operación sobre la pista. De no ser así, lo normal es que la búsqueda se normalice hasta el octavo o noveno día. Llegados a ese punto, los gases acumulados en el organismo favorecen que el cuerpo salga a flote y sea más sencilla su localización, por lo que en estas últimas jornadas de rastreo, los medios dedicados a peinar el terreno vuelven a ser los mayores posibles.
Con 1.675 kilómetros de costa plagados de playas, paseos y acantilados, José Antonio Argibay, experto en rastreos marítimos, lo tiene claro. «Si en verano, cuando el mar es menos hostil, pedimos socorristas en las playas, en condiciones de temporal cada persona tienen que ser responsable de su propia protección», indica.
Las normas básicas pasan por alejarse de los rompientes y de estructuras que puedan venirse abajo ante la fuerza del viento. «Ante la duda, más vale 10 metros para atrás que hacia delante, porque el mar nunca da segundas oportunidades», aconsejan desde la central del 112.
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