referéndum escocés
Miedo silencioso en la campaña del «no» en el referéndum de Escocia
ABC recorre las calles de un barrio industrial de Edimburgo con un grupo de voluntarios de «Mejor Juntos»

«¡No es democracia! No es democracia estar gobernados desde Londres por un gobierno "tory" que no hemos elegido». Una decena de voluntarios de la campaña por el «no» a la independencia de Escocia se topó este lunes en las calles de Edimburgo con los gritos exasperados de un ardiente defensor del «sí». Iain McGill , coordinador de la campaña «Mejor Juntos» en Edimburgo, optó por interponerse ágilmente entre el espontáneo y el variopinto grupo de activistas por la unidad del Reino Unido que lideraba este lunes.
«Me han llamado maldita inglesa varias veces»«No va a ser fácil», les advirtió. «Os voy a pedir que caminéis durante dos horas bajo la lluvia llamando a la puerta de casas de desconocidos, con alguna intervención no deseada como esta», dijo con temple. McGill es un pequeño empresario y activista cívico que ha sido cartero, conductor de ambulancias y candidato conservador escocés en elecciones municipales y europeas. Sabe lo que es estar en minoría. Todavía en 1955, Escocia votaba mayoritariamente a los «tories» pero, en las últimas elecciones, obtuvieron solo el 13% de los votos.
Si la campaña «Sí Escocia» por la independencia está formada por un colectivo homogéneo, de inclinación progresista, a base de miembros y simpatizantes del Partido Nacional Escocés (SNP) de Alex Salmond , del Partido Verde y de grupos socialistas o del ala izquierda del Partido Laborista escocés, la coalición «Mejor Juntos» es más difícil de encasillar.
Tras unirse a los nacionalistas el domingo en Linlithgow , el pueblo natal de Salmond, ABC se sumó este lunes al puerta a puerta de un grupo de voluntarios formado por media docena de jubilados de inclinación conservadora y sin experiencia política alguna, un puñado de extranjeros residentes en Escocia y un par de laboristas escoceses. Todos ellos a las órdenes de McGill.
Abucheados
Frente a la determinación de los simpatizantes del «sí», hacer campaña callejera por la permanencia en el Reino Unido es menos sexy. En dos horas, el grupo fue abucheado tres veces desde un coche. «Enhorabuena, vais a perder», les dijo con sorna otro viandante. La suspensión temporal de la gira por Escocia del laborista Jim Murphy después de ser agredido con insultos y huevos por simpatizantes del «sí» ha introducido un sabor amargo en un debate que, por lo general, discurre con cordialidad, pasión y buenas maneras.
Pero casi todos los voluntarios del «no» se han sentido agredidos o intimidados en alguna ocasión. «La primera vez que me puse una pegatina del “no” en la solapa un amigo me dijo que era un valiente», explica Roy Kilpatrick, un veterano miembro «poco activo» del Partido Laborista escocés. «Bastante tenemos con que nos manden a la mierda de vez en cuando para que los políticos nacionalistas anuncien el día del juicio final si gana el “sí”», exclama Charlotte Encombe, una de las voluntarias, en referencia a las declaraciones el fin de semana de Jim Sillars , exlíder del SNP. «Me han llamado maldita inglesa varias veces», explica con ironía. Charlotte, que lleva más de 40 años en el Reino Unido, es holandesa y vive en Escocia desde hace doce años con su marido escocés.
No duda en criticar la actuación del gobierno de David Cameron. «Podrían habernos ayudado, han tratado a los escoceses con desprecio, presuponiendo lo que sirve a sus intereses, en lugar de hacer propuestas específicas sobre el autogobierno desde el principio», se queja. La campaña del «no» intenta estos días convencer a los indecisos -medio millón de personas de los 4,5 con derecho a voto, según los sondeos- y asegurarse el voto de los suyos. «En cada casa preguntad a qué hora tienen pensado ir a votar para que podamos verificarlo el jueves y, si no votan, ir a sus casas a recordárselo»», les explica McGill. El jueves, los colegios electorales abrirán hasta las diez de la noche, aunque los resultados no se conocerán hasta bien avanzada la madrugada.
«Aún no me he decidido», confiesa una de las vecinas que figura en las listas del «no». «Imagine a dos personas al borde de un precipicio, una de ellas se dispone a saltar, pero la otra le dice, espera un momento, voy a ver primero cómo de profunda es el agua, por si acaso... Creo que esa es la diferencia entre votar “sí” y votar “no” este jueves», le explica con pedagogía la voluntaria holandesa. Esta, en pijama a las dos del mediodía y con cara de pocos amigos, se aviene a dar su opinión. «Yo soy más bien de las que se tira por el precipicio así que no es la historia más adecuada; en mi caso, la clave es la justicia social, y mi duda es si mandar al carajo a los ingleses o tener en cuenta que, en realidad, estaríamos dejando tirados a muchas personas en Inglaterra que también sufren los recortes sociales y al pobreza», explica.
«El voto del "no" es más silencioso, suele despertar antipatías»Los suburbios de Cannonmills y de Broughton mantienen todavía una fuerte huella industrial y de clase obrera, y no constituyen un territorio cómodo para «Mejor Juntos». «En mi familia hay de todo, pero yo no pienso decir cuál será mi voto». Charlotte, contra pronóstico, canta victoria. Esconderse tras el anonimato es interpretado por los defensores de la unión como un signo del «no». «Votar “no” es algo mucho más silencioso», nos explica Theresa Ingram, otra de las voluntarias. «No solemos gritar tanto, somos así, el “no” suele despertar muchas antipatías», reconoce.
A Ingram le preocupa el coqueteo, cree, de Salmond con los extremistas. «Como en todos los nacionalismos hay una minoría radical, y el SNP la ha cultivado y utilizado», asegura. Por el camino, un taxista afín separa para pedirles pegatinas y chapas. Otra vecina sale a su paso para animarles a «hacer más ruido». «¡Necesitamos que nos animéis!», exclama. La campaña unionista confía en que una mayoría silenciosa, la que no cuelga carteles en las ventanas por temor a las burlas nacionalistas, les dará la victoria. Pero la preocupación por qué pasará el día después del referéndum está en sus cabezas. «Han sacado al genio de la lámpara», dice gráficamente Encombe.
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