Diana Navarro: «No me quería nada, pero gracias a la terapia y a la oración lo he superado»
La artista, que reivindica la copla con un espectáculo y un libro disco, 'De la Piquer a la Navarro', nos habla de su infancia, del amor y nos confiesa todos sus secretos
Diana Navarro: «La copla está ya en el sitio en el que debe estar: como cultura de este país»
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónDiana Navarro se entusiasma cuando habla de Concha Piquer: «Su biografía es apasionante, una mujer que llegó a Broadway a los 14 años sin hablar inglés y triunfó, que se trajo esa disciplina a España, pagó la multa para poder cantar 'Ojos ... verdes' y vivió en pecado…». Fue la dama de la copla, ese género a menudo incomprendido –«la banda sonora de nuestros mayores, una música popular con la que soñaban las mujeres»–, que Diana ha recuperado en un espectáculo y un disco, 'De la Piquer a la Navarro', que apuesta por la modernidad y la fusión: «Es un cántico a la libertad, al amor, al desengaño, a unos sentimientos desbordados».
De todo ello puede hablar y cantar con conocimiento de causa, ya que incluso se ha casado consigo misma –en una ceremonia que se conoce como sologamia–: «Fue una gloria, porque una se abraza, se reconoce, se quiere y se perdona». Y está felizmente enamorada de su marido: «Vivo un amor maravilloso, equilibrado, sin ansia. Encontrar una persona que me acepta, que me quiere, es una bendición. Lo peligroso es un amor tóxico, de esos que engancha, porque es como el azúcar, te da el subidón en el momento, pero luego te da el bajón».
Tras muchas inseguridades, Diana se siente al fin cómoda en su piel: «Antes no se llevaban bien las curvas, lo pasé muy mal en algunos momentos porque me veía mal, pero ahora la gente se pone mi culo, Resulta que soy muy Kardashian, ¡cómo han cambiado las cosas! Se ha democratizado la imagen y ahora no solo me acepto, también me amo. No me quería nada, pero gracias a la terapia y la oración lo he superado». También en los escenarios, con la función 'En tierra extraña', en la que daba vida a la mismísima Piquer, ha encontrado un papel terapéutico: «Me ha cambiado por completo, me ha quitado miedos, ya puedo decir que soy actriz de teatro».
Diana es muy perfeccionista, «aunque me voy relajando». También es muy detallista: «Para mí y para los demás, sobre todo para la gente de mi entorno, me gusta ver su reacción». Se reconoce una soñadora: «Sueño despierta, pero son sueños alcanzables para no frustrarme. Creo que nunca debemos dejar de soñar». Intenta controlar los nervios, «pero hago muchas cosas a la vez y me cuesta».
Es un ave nocturna: «Aunque la inspiración me viene en cualquier momento, voy grabando notas de audio en cualquier momento, soy muy de mandarme melodías cuando me vienen a la cabeza. Pero reconozco que lo mío son las noches, me muevo con nocturnidad y alevosía». Con esos horarios, las rutinas se le hacen difíciles: «Pero lo intento porque son sanas. Me gusta entrenar antes de desayunar, calentar la voz, cocino, pero los días de promoción acabo rendida». Para disimularlo no tiene muchos trucos de belleza: «Uso unos cuarzos para la cara, pero no me he hecho ningún retoque por miedo, que me adoran».
A Diana le da paz su casa, su marido, su gata: «El mar y mi playa también me ayudan a desconectar y sentirme bien». Y le sacan de quicio muchas cosas: «La injusticia, la guerra, la falta de respeto y de empatía, la gente que juzga». Y aunque le hubiera gustado ser madre, cumple el papel con la hija de su marido: «Esa necesidad la tengo cubierta. Además, soy la tía favorita de mis sobrinos».
La foto: su improvisado primer concierto
Nunca faltaban las actuaciones en el asilo de las Hermanitas de los Pobres de Málaga. La pequeña Diana tenía cinco años cuando quiso debutar: «Era una cría repelente. La canción era 'Niña, por qué lloras', de Los Chichos. Yo era tan pequeña que no llegaba al micro y me tuve por poner de puntillas». No estaba previsto que cantara, pero ella se lanzó: «Siempre quería cantar, aunque en aquella época tenía un tono muy agudo. Mi sueño era ser artista. Yo iba siempre con mi maletín de la Señorita Pepis, me maquillaba como Alaska y bailaba en el salón de casa. No era traviesa, pero me pasaba el día en mi mundo musical».
En el colegio era muy sociable: «Me encargaba de la chirigota del carnaval, ponía motes a los profes». Sus compañeros sabían que acabaría triunfando: «Tenemos un chat, hicimos una quedada 20 años después y me decían 'se te veía venir'. Fue muy bonito». Aunque su padre no quería que fuera cantante, su hermana mayor le regaló una guitarra y sus hermanos le financiaron los 'playbacks' con los que empezó su carrera: «Fui la hermana mimada y gracias a ellos tuve una infancia feliz». Sus recuerdos más inolvidables son con la familia en la playa o comiendo el caldero que preparaba su madre con el pescado que traía su padre.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete