Verso suelto
Mal de muchos
La parte aguafiestas del cerebro tendrá que recordar momentos que no eran para tanto
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Iniciar sesiónLa culpa de todo la tienen la dichosa memoria y la emotividad de estos días, que entran en la habitación de los recuerdos y no dejan más que lo bueno. «El olvido sólo se llevó la mitad» , cantó Serrat , y ... lo cierto es que aquellas cosas que se barren y se arrojan a una bolsa de basura no tendrían que reciclarse, sino quedarse en una estantería a la espera de servir. No es síndrome de Diógenes , sino puro pragmatismo: en este año son bastante útiles para los días que han pasado y para lo que todavía está por llegar. El corazón engaña a la cabeza y le hace pensar que todo lo que se vive es sublime y memorable, así que la parte más aguafiestas del cerebro tendrá que trabajar un poquito para recordar los momentos en que ver a una cofradía no era para tanto. «Estos ojos que no miden ni comparan, ni se olvidan de su cara, ni se acuerdan de tu cruz », que dijo Sabina .
Paco Robles , que en estos días pelea por volver a la luz de la primavera de esa ciudad que comprende y hace comprender, nos enseñó que en Semana Santa hace a veces un frío que pela, aunque los pregoneros y los cronistas de los periódicos hablemos de no ches tibias , y pintó una Semana Santa con un fondo goyesco y certero de padres de familia atrabiliarios con un carrito como ariete y de señoras que se sientan en sillitas como si estuvieran en el salón de su casa delante de la tele. Un decorado de carteles diseccionados y tipos que no quieren salir del armario y decir que les gustan las cofradías. Quien se pasa las vida en las calles cuando hay una hermandad pisándolas sabe que tenía toda la razón y ahora, cuando quiera olvidar que debería estar en la bulla o retirándose a la celda austera y gozosa de la túnica, tendrá que mirar en su catálogo de frikis o figurantes prescindibles para llevar mejor este tiempo en que lo cotidiano y lo anodino ha llenado de ritos vulgares los días que no se parecían a ningún otro.
Así que yo me acuerdo de aquel macarra que no contento con no entender nada del Remedio de Ánimas , y qué recursos tendría el pobrecito para comprenderlo, charloteaba a gritos y desafiaba a quienes le pedían silencio desde la arrogancia de su cresta engominada. Desempolvo la memoria de la mujer que estaba en la calle Cardenal González no ya con una hamaca, sino con manta, y hasta supongo que querría cambiar de canal cuando la cofradía que pasara por allí, y habría que ver si la identificaba, no le gustase. Hace mucho que no se ven, pero también son días para recordar a aquellos recitadores que improvisaban ripios grimosos con voz aguardentosa y a los que encima la gente les aplaudía. Desde luego que en el mejor rincón de la memoria no están los costaleros de la trasera que contestan al capataz que los llama con voz de pastor que urge a la cabra díscola a que deje de hacer alpinismo y se vuelva con las demás.
Esta Semana Santa no habrá que ver esos cortes de cincuenta metros entre un tramo y otro, o entre el mismo tramo, mientras el presunto celador mira cómo viene andando el misterio cuando «Eternidad» no deja un cristal sano, y por supuesto que tampoco ha habido que escuchar ningún aplauso ni ole detrás del solo de «Mi Amargura» . No estarán los que se dejan las vértebras buscando huecos en las vallas gorronas de la carrera oficial sin ir al Patio de los Naranjos ni políticos de izquierdas con el salmo cansino de la privatización. Todos estos también se quedan en su casa en Semana Santa, pero tampoco será para alegrarse, que ya se sabe a quién consuela el mal de muchos.
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