Verso suelto
La Córdoba vacía
Hay muchos que habían soñado una Córdoba vacía de turismo y de restaurantes
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Iniciar sesiónLos que muchas veces trabajamos a horas en que los demás descansan no estamos tan impactados con esta Córdoba que pasa los días como en duermevela. Más de una vez hemos paseado las calles poco antes de las ocho de la mañana de un ... domingo , y desde luego no viniendo de fiesta, o en la noche de un lunes de invierno. Entonces uno puede pasear por Gran Capitán con la certeza de que apenas encontrará a una o dos personas, si es que alguien ha salido. Hay que unir las piezas para entender lo extraordinario de esta cuarentena y pensar que son las cinco de la tarde y en la calle Victoriano Rivera no hay ni un velador, o que a las siete la única vida en Cruz Conde es la de los magnolios buscando el cielo como signos de interrogación.
Se harán muchas fotos con la Corredera vacía y muchos sabrán que es mejor que el collage de veladores casi sin bar detrás que la pueblan cuando no hay coronavirus, y sorprende el Paseo de la Victoria con apenas un coche patrulla de la Policía Local moviéndose despacio para controlar que nadie se salta la obligación de quedarse en casa, pero la verdadera novedad de este tiempo está en el oído. Son días de silencio y basta con salir a la terraza o a la ventana para darse cuenta de que este paisaje limpio de ruidos ha traído el campo a Córdoba. Al atardecer, cuando apenas quedan coches que vuelvan del trabajo y muy poco a poco la gente baja a tirar la basura, de pronto se nota que las calles con árboles y las plazas están llenas de pájaros. En realidad están siempre, pero el resto de días sus voces yacen tapadas por gritos y melodías vulgares que apenas merecerán el nombre de música, y ahora que todo eso se ha callado parece que han venido a aliviar el aislamiento.
Como son más fáciles de escuchar que de ver, porque hacen bien en escapar del gran depredador que arranca los árboles en que hacen su casa, sólo los expertos sabrán los nombres de esos animales que en estas tardes quietas , al menos mientras el tiempo ha sido suave, han invitado a permanecer escuchando una música mejor que la de los todos los móviles del mundo juntos. A mí me recuerdan a esos vencejos de los que tanto hablan los cofrades sevillanos cuando cuentan que saludan al Señor del Gran Poder en el amanecer de su regreso a San Lorenzo, pero ahora su sentido es más profundo. Sin necesidad de holocausto nuclear ni atroz guerra han traído al mundo la paz primigenia de un tiempo en que la mano del hombre no había alterado la naturaleza tanto como para que hubiera que buscarla saliendo de las ciudades en las que pocos querían dejar de vivir.
Hay muchos que habían soñado una Córdoba vacía de turismo y de restaurantes que les servían comidas, sin autobuses descargando a hordas de gente con mochilas y esmarfones en vez de ojos, y sobre todo con hoteles cerrados y apartamentos turísticos sin clientes . Por fin la tienen, aunque la borrachera, como todas, dejará una resaca atroz de gente desempleada y dinero que no financiará ni a las demás empresas ni a los servicios públicos ni a la Universidad. Cuando pasen los meses y el presidente del Gobierno se encoja de hombros buscando adjetivos será bueno que los que sueñan con una ciudad sin visitantes, coches ni industria expliquen si para reconstruir a Córdoba habrá que llenar el aire de gases de combustión y la Judería de turistas o si nos hacemos España vacía, metemos ciervos en las urbanizaciones abandonadas y vendemos salmorejo envasado.
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