MIRAR Y VER
Patios de poesía
Son apertura al cielo desde un suelo empedrado o de frágil barro como el corazón mismo
Las visitas a patios de Córdoba fuera del Alcázar Viejo suben hasta el 76% en dos años
Córdoba
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Iniciar sesiónPatrimonio Inmaterial de la Humanidad, tradición viva, conservada y preservada por generaciones, los patios de Córdoba, bendecidos por la lluvia y un dulce sol de primavera, tan inusuales en otras ocasiones, han abierto este año, en las estrechas y pedregosas calles, su intimidad ... a más de un millón de personas.
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No basta el número que, de por sí, es importante y evidencia del interés que esta manifestación cultural posee, sino también la calidad de la muestra y de quienes la visitan, que, como he leído en estas páginas, se asombran de que no sea un montaje para el turismo, sino un verdadero recinto familiar y vivido y de ahí la admiración por el esfuerzo de cuidarlos y mantenerlos.
Un patio es un espacio singular, un modelo de vida, de ser y de estar, del que tendríamos que rescatar vitales enseñanzas. Patio rima con barrio, amigo; con labios, amantes; con palio, de parra; con el patrio suelo, del corazón.
El patio es conciencia del latir del tiempo en el igual transcurrir de las estaciones, de la sabia naturaleza con sus cambios y rigores, en el nacer, el crecer y el marchitarse de las flores, que caen tan mudamente ante un calvario de penas, mientras el lúcido Jorge Manrique advierte: «Avive el seso y despierte/ contemplando,/ cómo se pasa la vida/ cómo se viene la muerte/ tan callando».
El patio es el lugar seguro de la casa, un exterior velado y fecundo, de contemplación ensimismada de uno mismo y de la belleza colorida de las plantas: petunias, gitanillas, geranios, hortensias, buganvillas, jazmines, naranjos, rosas o claveles, que reviven por la sabiduría vivificante del cuidado y donde habita un bestiario anónimo de mosquitos y salamanquesas, ahuyentadores de la mala suerte. El patio es apertura al cielo desde un suelo empedrado o de frágil barro como el corazón mismo.
El lugar de la «descansada vida/ la del que huye del mundanal ruido» y de la vanidad humana, de Fray Luis de León, del silencio, tal vez sólo roto por el murmullo lejano de la calle, el gotear del agua, donde Machado espera «en el patio silencioso,/buscando una ilusión cándida y vieja».
A tiempo y a destiempo, el patio es sitio de encuentro, del «arrima una silla», del conversar discreto y de las risas sonoras como la soledad de Juan Ramón Jiménez. El 'What a Wonderful World' de Louis Armstrong que florece para todos, porque, como dice Borges, «grato es vivir en la amistad oscura de un zaguán, de una parra y de un aljibe».
Así, como cada año, escucho que Pablo García Baena me susurra: «Ay, no se puede ser desgraciado/bajo el toldo granate que adelanta la noche en el patio» y con la misma esperanza que Alberti, «entré en el patio que un día/fuera una fuente con agua/ [...]. Y el agua que no corría/volvió para darme agua».
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