Fátima Báñez, el valor de la discreción
Perfil de la ministra de Empleo
PALOMA CERVILLA
Si hay alguien que hoy se sentiría especialmente feliz al ver a Fátima Báñez como ministra de Empleo, ese sería Alberto Jiménez Becerril. Quizás, si ETA no hubiera asesinado al concejal sevillano en 1998, el viernes la habría felicitado por la valentía que ha tenido ... al alumbrar una apuesta tan difícil como la reforma laboral, con la misma chispa andaluza con la que animaba las largas horas de trabajo que compartieron allá por 1996.
Entonces, Fátima Báñez (San Juan del Puerto. Huelva. 1967), licenciada en Derecho y en Empresariales, era una joven que acababa de incorporarse al Comité Ejecutivo del PP de Andalucía, apadrinada por Javier Arenas. En la vieja sede del PP andaluz en la calle Rioja de Sevilla encontró en Jiménez Becerril el apoyo interno que necesitaba en el inicio de su carrera política. «Era muy cariñoso y me arropaba bastante, se ocupó mucho de mí y compartimos muchas horas juntos», recuerda la ministra. Comenzaba así a forjarse la carrera política de una mujer, «un poco tímida», como reconoce, que siempre ha preferido que su trabajo se desarrollara con discreción y a la sombra de la vida interna del partido, que ante la luz de los focos y la exposición mediática. «Al final —dice—uno en la política y en la vida siempre actúa como es».
Su perfil discreto no escondía la tenacidad y el coraje que siempre ha puesto a su trabajo. Arenas fue el primero que se dio cuenta y más tarde Teófila Martínez, que le nombró coordinadora de la Presidencia, cuando sustituyó a Javier Arenas en 1999 al frente del PP andaluz. De ellos aprendió «la cercanía de la política, el trabajo incansable por los municipios de Andalucía. Con ellos he entendido que siempre es mejor un buen acuerdo que nada y que la política es dialogar y trabajar mucho».
Si Javier Arenas y Teófila Martínez le dieron la oportunidad de entrar en política, Soraya Sáenz de Santamaría descubrió en ella las virtudes que más encajan con el estilo Rajoy: discreción, lealtad, eficacia y responsabilidad, y la puso a su lado en la dirección del Grupo Parlamentario. Un equipo de gente joven entre los que ha encontrado «grandes amigos».
Ahora, cuando ya no puede esquivar los focos del interés público, ha salido a la luz la mujer que se ha ido construyendo a la sombra de la exposición mediática. Pero en esta nueva etapa, no quiere olvidar su papel de madre. Con sus dos hijos, de ocho y cinco años, desayuna y cena cada día, porque «no quiere perderse esta etapa de sus vidas».
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