acuerdo transatlántico
Obama se acerca a Europa para reactivar la economía con el tratado de libre comercio
El Reino Unido, Alemania o España son algunos de los países más proclives al mismo; y, por tradición, Francia estará entre los que darán más guerra para negociar los abundantes flecos
javier villuendas
En tiempos de parálisis de la economía se echa mano de todo lo disponible para reactivarla, y, en este sentido, los acuerdos de libre comercio son un elemento interesante que la Unión Europea pretende impulsar. Si se acaba de anunciar la apertura de negociaciones para ... alcanzar un pacto de esta índole entre Marruecos y la UE , el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, acaba de finalizar una gira por Europa para «oficializar» una próxima negociación para la elaboración de un tratado de libre comercio entre Estados Unidos y la UE, un acuerdo sin precedentes debido a su enorme magnitud.
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«La mayor apertura supone un mayor comercio y crecimiento económico», resume Mario Weitz, consultor del Banco Mundial y profesor de ESIC. «Es un momento de estancamiento de Estados Unidos y Europa, y de auge de las economías emergentes es positivo», explica Federico Steinberg, investigador principal de Economía y Comercio del Real Instituto Elcano, para contextualizar las intenciones de ambos bloques.
¿En qué consiste?
Supondrá una bajada de los aranceles entre ambos bloques —que tampoco son altos actualmente, ya que están alrededor del 4%— y la armonización de la regulación, de la eliminación de trabas para el comercio, el «hacerlo más fácil». Por poner un ejemplo prosaico, la supresión de las dificultades que encuentra el jamón español en Estados Unidos debido a temas sanitarios.
En números contantes y sonantes, una vez establecido plenamente, supondrá un crecimiento de la economía del «0,4% para Estados Unidos y del 0,5% para Europa», según Steinberg. Aunque dentro de la UE dependerá, como bien señala Weitz, de que la economía sea más o menos exportadora. A una más abierta, como Alemania, le favorecerá mucho, de ahí su interés y apuesta por ello.
Así, dentro de la UE, el investigador de Elcano señala al Reino Unido, la propia Alemania o a España entre algunos de los proclives al pacto, y, por tradición, a Francia entre los que darán más guerra. Como dijo el ministro de Exteriores alemán, Guido Westerwelle, «surgirán inevitablemente aquí y allá cuestiones complicadas», que van «desde el sector agrícola a los estándares técnicos».
E, incluso, reduciendo la escala de análisis habrá apoyo, rechazo o reticencias. «A nivel macro es una gran noticia, ya que significa mayor crecimiento. Pero a nivel individual a algunos no les gustará», dice Weitz. Steinberg coincide en este punto, en que habrá sectores dentro de los países que opondrán resistencia. «Al empresario no le gusta que llegue más competencia», concreta el consultor del Banco Mundial.
Bajada de precios y mayor competencia
La mayor competencia conllevará una menor inflación, una bajada de precios, ya que los empresarios locales tendrán que ser más competitivos ante la amenaza externa. Al ser un acuerdo que fomenta las exportaciones será positivo y útil para España, cree Weitz: «Es algo que nos puede salvar aquí. Con el consumo parado, el gasto parado, ... es fundamental». Este acuerdo está destinado a «impulsar el crecimiento y la creación de empleo», lo valoró el ministro alemán Westerselle, o lo que es lo mismo, el fin último de las abundantes reformas llevadas a cabo por Rajoy (también para Merkel, Obama, etc).
Políticamente, además, tiene un significado importante también, puesto que representa la aproximación de Obama a Europa. Es una oportunidad para ambos y no llevarlo a buen puerto simbolizaría perder comba en este aspecto. No en balde, la reunión que mantuvieron Kerry y Merkel se vendió como un espaldarazo oficial a esta idea que quizá represente un factor determinante para activar ambas economías en medio de la crisis. Se espera que las negociaciones, en principio, comiencen en verano
Esta clase de acuerdos últimamente es algo que se estila mucho, y, como dice el consultor del Banco Mundial, en «América Latina es casi una moda». Tanto Steinberg como Weitz coinciden en que llevará su tiempo; si el primero habla de dos años, al segundo no le parece descabellado que la implementación total no llegue hasta dentro de cinco o diez años.
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