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Javier Castillejo: el hombre de la capucha
Hace cinco años de la retirada del boxeador, que consiguió su último campeonato del mundo a los 38 y en Alemania, donde le insinuaron que estaba viejo para optar al cinturón del peso medio
Javier Castillejo: el hombre de la capucha
Con 33 años (y a pesar de la derrota) estaba en lo mejor de su carrera, como demostró el 12 de julio de 2002 en el combate por el campeonato del mundo interino. La velada fue en el campo de fútbol Las Américas de Parla ... frente al ruso Roman Karmazin , un púgil de 29 años que aún no conocía la derrota: se presentó al combate con un total de 30 peleas y un balance de 29 victorias, un empate y 16 triunfos por KO. «Era un boxeador terrible, muy bueno y con unos brazos larguísimos. Un asesino, vamos», recuerda José Luis Serrano . El combate no empezó muy bien, pero «El Lince de Parla» terminó mucho más fuerte y consiguió llevarse la victoria por decisión unánime de los tres jueces.
[Lee la primera parte de este reportaje sobre Javier Castillejo ]
–Joder Serrano, lo que cuesta ganar los combates. Y sufriendo y siempre para adelante. Todo el mundo se cree que esto es solo gloria y victoria, pero qué duro es esto.
No fueron dudas de campeón, fue un reconocimiento íntimo a su propio esfuerzo. Fueron muchos años corriendo en ayunas y entrenando mañana y tarde para llegar en plenitud pasada la treintena. «Fue una pelea muy dura. Javier tenía un golpeo muy fuerte, algo que debía recordar durante el combate», revive hoy su rival aquella noche, Roman Karmazin. «Es un boxeador talentoso, y uno de sus golpes no lo vi venir. Un poco más tarde, Javier volvió a ser campeón del mundo. Y fue realmente un gran campeón».
«Quisieron que se luciera Sturm y les salió el tiro por la culata»
Castillejo cambió de peso y de inspiración musical: sustituyó los acordes flamencos de Azúcar Moreno por el rock duro. Ahora le acompañaba una canción que el grupo Amset, surgido en Madrid a comienzo de los 2.000, había compuesto para él. De título «Lince», sus primeros versos conformaron la puesta en escena de Castillejo en el tramo final de su carrera. Larga es la espera / Fuerte el rugir / De gradas repletas / Que esperan por ti / Nervios de acero / Instinto animal / Nudillos que abrasan / El aire al pasar.
«Yo a los periodistas les decía: "El viejo puede hacer mucha pupa todavía"»
Aquellos comentarios no sentaron bien a Castillejo, que se notaba más fuerte que nunca. «En rueda de prensa me decían que yo estaba mayor. Yo les decía “el viejo puede hacer mucha pupa todavía. Si tú me dices que con 38 años soy viejo, el viejo eres tú que estás pensando eso”. Yo estaba fuerte», rememora orgulloso. El día del combate, Castillejo se presentó a ritmo de Amset. La pelea, que se había programado para lucimiento de Sturm, terminó sin embargo antes de lo previsto. A falta de diez segundos para que el final el décimo asalto, «un gancho de zurda que explotó en la sien de Sturm», puso en su crónica la agencia de noticias alemana DPA.
Aquel golpe dejó desorientado al púgil alemán, que encajó otros tres ganchos de arriba a abajo sin apenas oponer resistencia. Sturm apoyó el rostro sobre el hombro del árbitro, el americano Mark Nelson. Su mandíbula se había roto como si fuera porcelana de Dresde y hubo que parar el combate. «Aquello fue tocar la gloria, el techo, el cielo», afirma hoy Castillejo, a quien le gusta recordar esta pelea con los alumnos de su escuela . En los descansos, siempre que puede, cuenta cómo fue la concentración para aquel combate. La necesidad de mantener el peso adecuado le llevó a probar métodos de los más curioso: «Yo me metía en un plástico, me sentaba al lado de la estufa y a sudar», les ha dicho en más de una ocasión.
Tras el combate, Sturm volvió del hospital y tomó algo con Castillejo
Nada más terminar la pelea, «El Lince» interrumpió su celebración para acercarse a la esquina de su rival, que sangraba abundantemente por la nariz. Le dio un beso en la frente e intercambió algunas palabras con él: fue el enésimo gesto de nobleza de un púgil que cuidó hasta el extremo la imagen de su profesión. «El boxeo es un deporte muy noble. Luego hubo una fiesta, Sturm vino del hospital y estuvieron tomando una copa», cuenta Ricardo Sánchez Atocha. Castillejo pasó ocho años de su infancia en Alemania, por lo que el idioma tampoco fue un problema.
En total, Castillejo se proclamó ocho veces campeón del mundo: seis en peso superwelter y dos en peso medio. Además, fue seis veces campeón de Europa y tres de España. Por resultados, «El Lince de Parla» es el segundo deportista más importante del deporte español, solo por detrás de Ángel Nieto , que tiene 12+1 mundiales de motociclismo. En condiciones normales, cualquier otro deportista no podría ni pisar la calle sin que cada diez pasos le pidan una fotografía.
Castillejo es, detrás de Ángel Nieto, el español con más campeonatos del mundo
Una tarde de lluvia en Madrid, no mucho después del combate contra Felix Sturm, «El Lince» entró en el Restaurante Milford , en la calle Juan Bravo. Castillejo cruzó la puerta de madera cuadriculada que da acceso al bar. Quizá por la lluvia, quizá por la costumbre heredada de los combates de boxeo, apenas se quitó la capucha. Al fin y al cabo, solo entró para preguntarle una dirección al camarero porque no conocía el barrio. Este le orientó y Castillejo se marchó. En el bar solo estaban en ese momento el dependiente y el periodista David Gistau, que recrea de esta la siguiente manera una escena que refleja vivamente «la putada de ser boxeador en España»:
–¿Has visto quién es este?
–Claro, es «El Lince de Parla», campeón del mundo del peso superwelter, ¿cómo no voy a conocerlo? –contestó Gistau.
–Es el concursante de Supervivientes –replicó el camarero.
«Ni siquiera lo conocía como boxeador, lo conocía porque salía en la tele», lamenta hoy el periodista. «Me pareció una pena. Acaba de entrar en tu bar un campeón del mundo vigente de boxeo y no te has dado ni cuenta. Tú has visto entrar al concursante de un reality. En efecto, Castillejo había participado en un programa de supervivencia poco antes de enfrentarse a Felix Sturm. Un programa en el que que permaneció 65 días, quedó en tercera posición y perdió catorce kilos de peso.
Vista del gimnasio de la Escuela de Boxeo Javier Castillejo
Hoy «El Lince» tiene más de cien matriculados en su escuela de boxeo , situada en la parte baja del pabellón que lleva su nombre. «No arrebañes con el guante. Pegas y te vas», corrige a un alumno. A todos les pide que estén en movimiento, no quiere luego a nadie caminando sobre el ring. Quizá por eso tiene decenas de combas junto a las espalderas, para que nadie pierda ese trote tan característico con el que se hizo el mejor boxeador español de todos los tiempos. Por las paredes, mensajes de sus fans. Por los espejos, mensajes de Castillejo a sus alumnos: «La valentía más grande del ser humano es mantenerse de pie, aun cuando se esté cayendo a pedazos».
Mientras el boxeo espera el cambio social que lo convierta de nuevo en una actividad bien vista a ojos de anunciantes y televisiones, Castillejo dignifica su deporte sin desistir. Y por si acaso, todos los días, la puerta de su propia escuela se encarga de recordárselo:
«Colgar los guantes sería lo más fácil, lo más sencillo. Pero jamás lo más correcto. ¡Vamos! ¡No puedes rendirte! ¡Lucha una vez más!».
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