boxeo
Javier Castillejo: guantes y ayuno hasta llegar a la cima
Hace cinco años de la retirada del boxeador, que consiguió su último campeonato del mundo a los 38 y en Alemania, donde le insinuaron que estaba viejo para optar al cinturón del peso medio

La primera vez que Javier Castillejo optó al Campeonato del mundo del peso superwelter por la Asociación Mundial de Boxeo (WBA) fue en el Polideportivo Parquesur de Leganés. Lo hizo un sábado 24 de abril de 1993 y ante las cámaras de Telecinco. El rival era el argentino Julio César Vásquez , un púgil de 26 años que acumulaba en sus nudillos 43 combates con un balance de 42 victorias y una sola derrota. Vásquez, portador del cinturón de campeón, vistió aquella noche un calzón blanco adornado con la bandera albiceleste. Castillejo, que aún no lucía las mechas rubias que le acompañaron durante años, vistió un brillante calzón granate.
«El Lince de Parla», cuyo apodo le viene por su inconfundible mirada, tenía entonces 25 años y sus combates eran ya un fenómeno social. Llenaba pabellones, bares y reunía a miles de personas delante del televisor con relativa frecuencia, pero aquella pelea rompió moldes. Jaime Ugarte , sempiterno narrador de boxeo, lo recuerda con viveza: «Me parece que la velada empezó a las doce de la noche. Al final del combate vino un pico de audiencia que nunca se me olvidó: 3.300.000 personas a la una de la mañana». Era un 51,3% del share. Es decir, uno de cada dos españoles frente al televisor estaba viendo a Javier Castillejo pelear por el Campeonato del mundo del peso superwelter.
Lazarov, al ver las audiencias: «¿Este chico no puede pelear todas las semanas?»Tras doce asaltos, el boxeador madrileño perdió por decisión unánime de los jueces: Vásquez estuvo más fino aquella noche. A pesar de la derrota, el combate fue muy celebrado en la carretera de Fuencarral. Cuenta Jaime Ugarte que Valerio Lazarov , director general de Telecinco, quedó muy sorprendido por la audiencias de aquella madrugada. «Me preguntó: “Pero esto, ¿qué cojones es? ¿qué ha pasado?”. Yo le dije, 'Nada, que ha habido un campeonato del mundo'. Fue entonces cuando me dijo en broma: “Oye, ¿ese chico no puede pelear todas las semanas?”». Lazarov había apostado fuerte por el boxeo, pero el tirón mediático de Castillejo había superado sus mejores previsiones.
Lejos de frenar su progresión, aquella derrota contra Julio César Vásquez acentuó el perfeccionismo de Castillejo. Llevaba tiempo concentrado en El Espinar, un pueblo de la provincia de Segovia situado a 1.200 metros de altitud donde coincidió con Poli Díaz , el otro gran campeón de la época. Allí conoció a Marta, la mujer que desde comienzos de los noventa le ha dado estabilidad y dos hijos. Saray y Javier, de 17 y 13 años, han heredado la nariz, la sonrisa y la mirada de «El Lince»: unos ojos pequeños pero llenos de fuerza.
Siempre de la mano del entrenador Ricardo Sánchez Atocha , Castillejo fue cambiando su lugar de entrenamiento. Una tarde, en el gimnasio del Vicente Calderón, Sánchez Atocha llamó al boxeador José Luis Serrano para que hiciera guantes con Castillejo, que estaba preparando el campeonato de Europa. Después de entrenar con «El Lince» durante varios minutos, Serrano bajó de la lona y dejó una frase premonitoria: «Este va a ser campeón de Europa ya». A Sánchez Atocha le hizo gracia el comentario, pero era innegable que su pupilo estaba muy fuerte: pocas semanas después, se proclamó campeón de Europa.
«Solía llamarle después de las peleas para contarle cómo le veía»«Me di cuenta de que era el boxeador más fuerte con el que yo me había enfrentado. Ya no enfrentado, es que solo haciendo guantes era fuerte como una pared. Era un tío peligrosísimo», recuerda hoy su compañero de guantes aquella tarde. Serrano había sido campeón de España amateur en 1988 y 1989 y había peleado con el «Lince de Parla» en sus inicios. Con el tiempo, Castillejo dio el salto a profesional y Serrano se hizo empleado de banca, pues alternaba el boxeo con sus apuntes de Empresariales de la Universidad Complutense . «Yo era un bicho raro», recuerda. Aunque tomaron caminos diferentes, ambos mantuvieron el trato hasta el punto de que, después de las peleas, Castillejo solía ponerse en contacto con él. «Le gustaba pedirme mi opinión y yo trataba de decirle la verdad de cómo lo veía».
En apenas cinco años, Castillejo se proclamó campeón de Europa seis veces. A ritmo de flamenco, heavy metal y mucho sacrificio –«Me levantaba a correr a las cinco de la mañana»– fue preparando el combate que lo elevó a la cima. Esta vez fue el viernes 29 de enero de 1999 y en la plaza de toros de Leganés . A tres kilómetros y cuatro rotondas del polideportivo de donde lo había intentado seis años antes. El ambiente de La Cubierta era espectacular. El aspirante Castillejo salió de las entrañas de la plaza con el «Olé» de las Azúcar Moreno a todo trapo, unas estrofas que le motivaron especialmente en sus primeros años: Dame la alegría, de mi Tierra Santa / Y ese ángel de mi gente / Cuando el corazón les canta / Y dicen: ¡Olé, olé! ¡olé, olá! / Mi tierra tiene una gracia / Que no se pude aguantar.
«Empecé escuchando heavy metal, rock duro y flamenco. Vaya mezcla ¿eh?, no tiene nada que ver. Primero fue el flamenco porque mi padre estaba en una peña flamenca, luego pasé al heavy y al rock duro», recuerda Castillejo. En la grada le esperaban más de 15.000 personas entre las que estaban Poli Díaz y el promotor estadounidense Bob Arum, un hombre que rivalizó en los despachos durante años con el famosísimo Don King. Cuenta el narrador de combates Jaime Ugarte que el millonario Arum «se quedó muy satisfecho» con lo que vio aquella noche. «Le impresionó mucho el ambiente y la hora que era, porque sus combates en Las Vegas son a las nueve de la noche».
«El americano negro, campeón mundial, al final vino y se llevó un susto»Como manda la liturgia, el campeón Keith Mullings –conocido como «El asesino de Brooklyn»– entró el último en el ring. «El americano negro, campeón mundial, al final vino y se llevó un susto», recuerda Castillejo con un punto de ironía. Hay algo en el carácter de los boxeadores que les hace contar sus batallas con una gracia especial. Pero también hay algo en su lenguaje que les impide decir «peleé contra». Instintivamente, siempre dicen «boxeé con», un cambio de preposición con el que hacen a su rival partícipe de un destino común: ganarse la vida encajando golpes.
Derechazo de Castillejo a Keith Mullings. Foto: EFE
Castillejo entró entre las dieciséis cuerdas con pantalón negro y ribetes dorados, un diseño que le dio suerte en batallas posteriores. Nada más terminar el combate, se subió a una de las esquinas y recorrió el cuadrilátero a hombros de su cuadrilla. Dedo índice al cielo, puño apretado y grito al aire. A Mullings, con calzón verde y rayas amarillas, le cambió el gesto cuando la megafonía comunicó las puntuaciones: «¡Tenemos decisión dividida! ¡Tarjeta del señor Silvi: 114 para Mullings, 115 para Castillejo! ¡Tarjeta del señor Laurens: 114 para Mullings, 114 para Castillejo! ¡Tarjeta del señor Petrov: 112 para Mullings, 116 para Castillejo!».
Castillejo defendió su título con éxito en cinco ocasiones antes de enfrentarse al reto «más grande» de su carrera deportiva: el combate contra Óscar de la Hoya . «Pelear en Las Vegas, por el título mundial, siendo yo campeón del mundo y contra una estrella... Él aspirante y yo campeón», repite. Castillejo y su equipo volaron a un rancho muy próximo a la zona de juego de Las Vegas. Allí permanecieron tres meses según «El Lince», dos según su preparador, Ricardo Sánchez Atocha; y tres según algunos medios de comunicación. Pese a esta disparidad de cifras, todos coinciden en que fue demasiado tiempo.
«Estaba en un rancho súper grande, yo solo, con mi entrenador y algunos ayudantes. Fue mucha soledad, me tendría que haber llevado un equipo en condiciones. Hay que hacer las cosas para que el campeón se encuentre bien, esté cómodo», reclama en tercera persona. «Íbamos a estar mes y medio, pero el combate lo aplazaron quince días», recuerda Sánchez Atocha. Otro factor que condicionó la pelea fue la llegada de su segundo hijo. Javier nació pocas semanas antes del viaje a Las Vegas, con el combate programado desde hacía tiempo. «Yo psicológicamente estaba ya hasta los cojones. Tres meses es demasiado. Había nacido mi hijo, casi no lo conocía y me vine un poquito abajo», recuerda. «El principio del viaje lo llevó bien, pero luego se encontró mentalmente muy bajo, por el niño, creo yo. Lo decía y se le notaba», ahonda su entrenador.
Ceremonia del pesaje con Óscar de la Hoya. Foto: REUTERS
La pelea fue difícil: las apuestas pagaban 10 dólares a 1 la victoria de «El Lince». Óscar de la Hoya se impuso por decisión unánime de los jueces, arrebatando a Castillejo el cinturón de campeón del mundo. «El chico de oro» fue durante años el mejor boxeador libra por libra, y terminó su carrera con títulos de campeón en seis categorías distintas: superpluma, ligero, superligero, welter, superwelter y medio. A la vuelta de Las Vegas, Castillejo pudo, por fin, conocer a su segundo hijo.
[Lee la segunda parte del reportaje ]
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