Vikingur Olafsson, pianista: «Si Alicia de Larrocha hubiese sido un hombre, tendría mucho más prestigio»
A un paso de cumplir los cuarenta, el islandés presenta en España su última grabación: las 'Variaciones Goldberg'
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Iniciar sesiónA un paso de cumplir los cuarenta, el pianista islandés Vikingur Olafsson se ha labrado una fama de músico solvente e inmune a las etiquetas. En su discografía conviven Bach, Brahms, Beethoven, Glass, Mozart y Debussy como si tal cosa. La próxima semana visita Barcelona ( ... día 6) y Madrid (día 7) para presentar su última grabación: las 'Variaciones Goldberg' de Bach. Las escuchó por primera vez hace un cuarto de siglo. Las estudió durante diez años antes de tocarlas en público, y pasaron quince más hasta que se decidió a dejarlas impresas en un disco. Estar en la Ciudad Condal coincidiendo con el centenario de la pianista Alicia de Larrocha y la soprano Victoria de los Ángeles le emociona especialmente.
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—¿Veinticinco años para grabar las 'Goldberg'?
—Sí… Normalmente no soy tan paciente como para esperar 25 años para hacer algo, pero las 'Goldberg'… Cuando las escuché por primera vez, empecé a soñar con ellas. Era la grabación de Glenn Gloud de 1955, y recuerdo que casi me estalla la cabeza. Cambió mi forma de entender a Bach. Hasta entonces lo había estudiado casi como ejercicio de disciplina. Prefería tocar Chopin. Pero con Gould me di cuenta de que Bach puede ser mucho más: filosófico, estructural, físico, y también es tremendamente emocionante. Puede ser el compositor más poético de la historia, y a la vez tiempo el más estricto.
—Y eso que todavía hay gente que detesta las versiones de Gould.
—A la gente le encanta odiar las cosas que marcan una inflexión en la historia. Muchos odiaban a Igor Stravinsky, a Rachmaninov, a Horowitz. En 2012 coincidí con Alfred Brendel en el Festival Busoni, y durante la conversación me preguntó: «¿Cómo puedes soportar a Glenn Gould?». Brendel es un pianista fantástico, y lo amo. Pero también amo a Glenn Gould. No todas sus grabaciones, por supuesto, pero me encanta su manera de pensar y el concepto de interpretación. Cuando tenía catorce años, me fascinaba cómo podía tocar el piano de esa manera tan peculiar, dividiendo el cerebro en cuatro o cinco compartimentos diferentes para tener cada una de las voces individuales claramente definida.
—¿Cómo hace uno para encontrar su propia versión de una obra tan conocida y de la que inevitablemente ha escuchado tantísimas interpretaciones?
—Cuando tenía 20 años, llevaba a Bach a los extremos. A veces lo interpretaba de forma extremadamente disciplinada, frío y estructural, como centrándome en la pureza de la arquitectura. También me influenciaron Busoni y otros pianistas románticos. Durante diez años tuve ese diálogo conmigo mismo buscando cómo combinar el Bach poeta, el estructuralista, el filósofo, el artista, el virtuoso y el improvisador. Creo que todas esas cosas tienen que coexistir. Ahora he sentido que había llegado el momento de grabarlas y hacer esta gran gira mundial, de pasar un año entero tocándolas por todo el mundo, en unos cien conciertos, para celebrar mi cuadragésimo cumpleaños.
—Visto desde fuera me parece un plan excelente, pero usted, que es quien tiene que tocar esta obra cien veces, ¿cómo lo está llevando?
—Para mí es como un año libre, un año de vacaciones. La toco un promedio de una vez cada tres días. Esta última semana, en Viena, Liverpool, Bruselas y Stuttgart; la próxima en Barcelona, Madrid… Es como hacer un tipo muy especial de meditación. Comienzas la pieza, y no sientes el tiempo, no sientes el trabajo, no te sientes a ti... Si estuviera tocando todos los estudios de Chopin en cien conciertos en todo el mundo, me suicidaría [y ríe]. Ciertamente, no terminaría la gira. Pero las 'Variaciones Goldberg' son algo diferente. Y el material, en cierto modo, es tan, tan, tan, tan interesante que puedes hacerlo diferente cada día. Y eso es realmente divertido.
—Su visita de este año a Barcelona coincide con el centenario de la pianista Alicia de Larrocha.
—¡Casi tuve la oportunidad de estudiar con ella! Tuve una época, muy de joven, en la que me interesaba mucho el lied, y estudié con uno de los máximos especialistas, Dalton Baldwin. Se ofreció a ponerme en contacto con Alicia de Larrocha, pero al final por cuestiones de tiempo no pudo materializarse. Nunca llegué a coincidir con ella, pero sé que su hija está trabajando mucho por mantener su legado, lo que es fantástico. Merecería ser más conocida. Si hubiese sido un hombre, tendría mucho más prestigio.
—Si le interesa el lied, también sabrá que es el centenario de Victoria de los Ángeles.
—Sí, cuando era un adolescente estaba obsesionado con los cantantes. Victoria de los Ángeles era como uno de mis héroes. Todavía lo es, por esa pureza en el canto y la técnica vocal.
—No ha seguido la línea de hacer música con cantantes, salvo alguna excepción. ¿Por qué?
—El año pasado dimos un recital con el barítono Matthias Goerne. Pero, aparte de los conciertos, el lied, la voz, el canto, impregna todo lo que hago. Siempre está en el subconsciente, siempre. Creo que mi manera de entender la música viene de haber escuchado y estudiado las grandes voces del pasado, como la de Victoria de los Ángeles. No es que cante mientras toco en mis conciertos y grabaciones, como hacía Glenn Gould, pero sí que canto muy a menudo en casa. Eso sí, me aseguro de que nadie me escuche, porque mi voz no está al nivel de los cantantes que me gustan. Y, a pesar de ello, hacerlo me ayuda a entender mejor la música que toco al piano.
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