FEria de Almería
De un coloso intratable llamado Ventura a la torerísima inspiración de Aguado
Diego, 'sheriff' a caballo, forma un auténtico lío en una faena en la que un pinchazo frenó el rabo; Pablo se inventa una pieza de sabor y saber en una blanda y deslucidísima corrida del Pilar
Pablo Aguado: «El toro es una constante cura de humildad»
Almería
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónQué ambientazo lucía Almería, una plaza recuperada bajo la batuta de Garzón. Más de tres cuartos de entrada pese a la yincana que supone acceder a los tendidos altos. Pero ojo al bajar: sálvese quien pueda... Gradas y más gradas sin escalera, convertidas en ... mesas con las almohadillas como manteles durante la merendola. De mano en mano pasaban las pistolas, no las de Tabernas, sino esas barras de pan que se venden por miles estos días de feria. El baile de la mandíbula comenzó antes de lo previsto por la ruina ganadera de la parte inicial, en la que solo se salvó el ejemplar para rejones de Guiomar, al que Diego Ventura arrancó una oreja.
Sin embargo, los pilaricos de don Moisés Fraile fueron un desastre, con ese menguado poder. Un despropósito que se acrecentó cuando el de Talavante se partió una mano mientras el extremeño pedía parar la música. Un gesto que le honra, sabedor de que la faena no había alcanzado niveles para notas musicales ni que, lógicamente, lo iba a alcanzar. Con habilidad lo cazó a la primera. No se arregló el desaguisado cuando apareció el colorado tercero, un animal estrechote y sin remate, cuya lejanía de la fortaleza era evidente desde que asomó por chiqueros. A más fue su falta de apoyos. Resoplaba Pablo Aguado, conocedor de que allí nada había que rascar y que el único camino era coger la espada. Un mundo y parte del otro le costó descabellarlo.
Antes de la merienda únicamente había quedado el aroma ecuestre. Trepaban los aplausos a Ventura, que se empeñó en clavar un rejón de punta a punta. Y no paró hasta que lo consiguió a lomos de Guadalquivir. Qué bien embistió Ranitita en el capote, aunque luego le costaba arrancarse. Cuando lo hacía, apretaba, y ese pronto lo aprovechó Diego a dos pistas, llevando al de Guiomar muy ceñido sobre Quirico. Cuando apareció Lío, los amantes del rejoneo rememoraron aquel par al quiebro venteño nunca más visto. Y lo repitió, de otro modo, en otra distancia, en otro ruedo más pequeño. De extremo a extremo: el caballero, en el 5, con el mantón negro de Manila asomando; el toro, en el 1, entre las rayas. Y el jinete de La Puebla aguantando el parón, exponiendo. Ni el pinchazo frenó el trofeo.
David de Miranda: cuando un torero lo ve y, además, quieren verlo
Rosario PérezFirme y meritorio con un manso, el sustituto de Morante sale a hombros; toreo al ralentí de Fortes, con lo más caro, y aroma de torería de Ortega en su primera faena
Precisamente un pinchazo le privó de los máximos trofeos en el cuarto. Porque aquella cumbre de Ventura era de rabo. Incontestable Diego, 'sheriff' del rejoneo, el hombre que levantó a caballo las grandes pasiones de la corrida mixta. Qué torerazo. Rozó la perfección desde que enceló de salida al de Guiomar con Chiado, una de sus jóvenes promesas. Porque Ventura va abriendo hueco a los que vienen arreando, a esos corceles con el sello de toreros. Faena de planteamiento magistral, a más, siempre a más. Cuando se presentó Nivaldo parecía que esa manera de torearlo y esos pares al quiebro serían imposibles de superar. Ilusos de nosotros: Quitasueños elevó la obra a dimensiones estratosféricas. Qué corazón bravo, qué modo de citar al toro a tres metros, frente a frente, para clavar un par inverosímil, con la batida pluscuamperfecta y de una bárbara exposición, dando todas la ventajas a Rumbita. ¿Algo más, caballero? El lienzo de Bronce mientras se hacía un arco, desafiando al toro con enorme valor en su terreno. Para quitarle la cabezada y recitar un par a dos manos que puso al público en pie. Marcha atrás, a lo Peralta, abandonó el redondel. Y sin dar tiempo ni a pestañear, ni a limpiarse el sudor, se marcó sobre Brillante tres cortas al violín. La explosión definitiva. Un gozo, una faena de rabo que se quedó en el doble trofeo por el acero, que no es precisamente un Winchester el de este 'sheriff'.
Tras aquella apoteosis regresamos a la deslucida flojera de los animales salmantinos. A la antigua la apertura de faena de Talavante con un Potrico muy 'esaorío' en el que optó por abreviar; sin sonrojarse, se salió de la suerte en la hora final.
Feria de la Virgen del Mar
- Plaza de toros de Almería. Viernes, 29 de agosto de 2025. Último festejo. Más de tres cuartos de entrada. Dos toros de María Guiomar (1º y 4º) y cuatro de El Pilar (2º, 3º, 5º y 6º), mejores los de rejones; flojos y deslucidos los de lidia a pie.
- Diego Ventura, de chaquetilla de terciopelo tabaco y zahones: pinchazo y rejón (oreja); pinchazo y rejón (dos orejas).
- Alejandro Talavante, de nazareno y oro: estocada caída atravesada y dos descabellos (silencio); media en los bajos (silencio).
- Pablo Aguado, de verde esperanza y oro: dos pinchazos, estocada y varios descabellos (silencio); estocada contraria hasta la bola (dos orejas).
Las esperanzas se desvanecían en el último. Pero Pablo Aguado, inspiradísimo en la tierra donde tanto wéstern se ha rodado, lo moldeó con empaque, sin prisa, como un pistolero que sabe que el duelo se gana con paciencia. Y paciente lo lidió hasta los medios en el saludo. Bellísimo el quite por delantales, ajustado, con esa suprema media que no necesitaba de otro remate. Qué manía del doble broche la de los toreros de hoy. «¿Para que rebozar algo tan natural?», se preguntaba María José, rota con Aguado. Dos filas más abajo, una vocecita que aún llevaba pañales se desgañitaba en ¡oooles! mientras Pablo se inventaba aquella faena de musas despiertas. Y el torero que se dormía... Un deleite para los sentidos.
No sería una faena redonda, pues aquel medio toro no estaba para redondeces, pero no se podía crear más con menos. El sevillano entendió a Jacobero con orden y concierto hasta exprimirlo con torerísimas fomas, de sabor y saber. Tras el río de trincherazos en el desierto de la bravura, lo sostuvo a media altura –con un derechazo a cámara lenta, reunido y hasta la cadera– y fue restándole ese cabeceo con vertical torería. Con la exquisitez de unos naturales espléndidos, sintiéndose. Para paladear despacito. A pies juntos enseñoreó una zurda vazqueña. Ese era el pitón de Jacobero: encima del pilarico se tiró para enterrar un estoconazo que encendió la pañolada hasta las dos orejas. Qué temporada la de Pablo Aguado, por la puerta grande con un coloso intratable llamado Diego Ventura.
Límite de sesiones alcanzadas
- El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a la vez. Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Has superado el límite de sesiones
- Sólo puedes tener tres sesiones iniciadas a la vez. Hemos cerrado la sesión más antigua para que sigas navegando sin límites en el resto.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete