ABC acompaña a Enrique Ponce en la furgoneta desde Las Ventas hasta el hotel: «Ha sido una despedida soñada»
«Pasara lo que pasara, ya había pedido la cabeza del cuarto toro», cuenta el maestro valenciano en la furgoneta, donde se fundió en un abrazo con su hija Bianca
Enrique Ponce sube al paraíso de Madrid por quinta y última vez
Alicia P. Velarde
Madrid
«Había momentos que no me llevaba nada a hombros. Iba como flotando». Así describía Enrique Ponce la multitudinaria salida en hombros que acababa de vivir. Su quinta puerta grande. La última. El reconocimiento a toda una carrera. Todo el mundo quería darle la ... mano, y se agolpaban los aficionados en la puerta de la furgoneta al grito de «¡Torero, torero!». Al cerrar la puerta de la furgoneta, las caras de felicidad no caben en el cuerpo de los presentes. Se dirige el maestro a su hija Bianca, que le abraza con orgullo. Todos los miembros de la cuadrilla se felicitan tras un «¡Enhorabuena, señores!», expresado por Ponce.
Se hace un momento de silencio, necesario frente al griterío de fuera y todas las emociones vividas. «Ya de antes -cuenta Enrique a los presentes- pedí la cabeza del cuarto, pasara lo que pasara». Pues ahora la tendrá, y sin las orejas. La tarde era especial, y Enrique lo sabía. Madrid es una de sus plazas, que le ha exigido pero también ha sabido estar a la altura de su carrera, como se ha visto hoy: emocionante fue la ovación que le tributó una plaza en pie tras el paseíllo. «Era una responsabilidad enorme venir a Madrid, pero a la vez muy bonito». De hecho, la primera corrida que firmó esta temporada fue la de Madrid, «y ha sido una despedida soñada. El recibimiento de la gente, cómo han paladeado el toreo despacioso... Estoy muy contento».
Y eso que la tarde empezó cuesta arriba, porque el primer toro se partió un pitón por la mitad y no lo echaron para atrás: «Empezó todo al revés con un toro menos. A mí me extrañó. En cualquier lugar, un toro se parte un pitón y lo echan para atrás. No es como antes que no te lo echaban para atrás, hoy en día sí te lo echan. Sin embargo, no ha sido así. Hay que acatarlo y ya está», dice, quitando hierro al asunto.
«Pero luego, en el segundo, yo creo que se ha visto ese toreo cadencioso, la naturalidad con la que me gusta torear y he podido pegarle unos cuantos muletazos para mí, despacito. Ha sido soñado», dice con una emoción incontenible, mientras su hija mira con una sonrisa que no le cabe en su preciosa carita. También se oyeron algunas protestas cuando empezaba la faena a este Requiebro. «El toro por el lado derecho no era bueno, se metía para dentro, en un par de ocasiones me dio con los pitones en los muslos y le costaba tirar para adelante. Pegaba un tornillazo a la mitad, y hubo que construirlo, hacerlo, tener paciencia, y luego ya vino la explosión poco a poco por el lado izquierdo de torearle como aquí gusta, cruzándote, echándole la muleta delante, y así parar el tiempo. Venía el toro muy despacio, y han sido naturales algunos de ellos a cámara lenta».
Así se cierran más de treinta años de trayectoria. «He matado mi último toro en Las Ventas, y lo he matado como había soñado». Fernando Sánchez comentaba que qué manía más tonta le había entrado con retirarse, con lo bien que está. Todos sonríen. Pues también es verdad, pero hay que cerrar etapas. La puerta grande no pudo ser más torera (ni llena de gente): «Ha sido soñada. Muchos compañeros han saltado a ruedo. He visto a Javier Conde, Pepi Liria, Manuel Caballero, Miguel Abellán, David Mora… y me dejo alguno por ahí. Ha sido una despedida como no podía uno ni siquiera soñar».
Al llegar al hotel Palace esperan algunos aficionados y fotógrafos. Amablemente atiende a todo el mundo, y se dirige a la barra del bar, donde algunos huéspedes le felicitan por lo ocurrido. Allí, con su gente, su tío y primo (Leandro ambos), Ramón García, que también iba en la furgoneta, se tomó una cerveza para festejar el triunfo. El vestido estaba destrozado, pero ¿qué más daba? Había conquistado Madrid una vez más. Porque Madrid, desde su presentación como novillero, y a pesar de su exigencia, siempre ha tenido alma poncista. Por eso, hoy Madrid le ha ofrecido un final al nivel de treinta años en la cumbre.
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