La ópera vuelve al Festival de Santander

Tras la pandemia y avatares previos, la estabilización de la ópera en el cartel anual del festival, ahora de forma semiescenificada, es un acontecimiento, y más aún de la mano de Marck Minkowski y Les Musiciens du Louvre, una de las agrupaciones francesas de mayor prestigio. El acierto está en retomar la ópera desde unos altísimos umbrales de calidad; una apuesta por la excelencia que el público celebró con entusiasmo al final de la velada, cosechando un éxito rotundo en una noche dedicada a la memoria de Teresa Berganza y en la que el periódico del Grupo Vocento 'El Diario Montañés' festejaba los 120 años de su fundación.

'Las bodas de Fígaro', de W. A. Mozart, siempre son una fiesta, y el maestro Minkowski ha escogido la trilogía Mozart-Da Ponte, de la que forma parte, como uno de sus caballos de batalla en los últimos años. A Santander, por tanto, llegó el proyecto en la cumbre, muy rodado en los más importantes teatros europeos y con un elenco de solistas compacto e implicado en un trabajo de conjunto, estilísticamente impecable. En esa labor de equipo, Mozart y su música siempre salen ganando.

Minkowski tiene muy claro su acercamiento a la obra: dinámicas vivaces, contrastadas, en un concepto que no da tregua, casi podríamos decir que es voraz. Extrae de la partitura un impulso y una musicalidad tormentosas que impulsan una dramaturgia fogosa en la que la comicidad sale de manera fluida, sin la menor necesidad de forzar. De esa naturalidad brota la luminosidad de Mozart, su plenitud humanística y el maestro francés sabe muy bien como enfatizar cada pasaje con la intensidad precisa, tanto en la agitación como en los momentos más líricos concebidos con trazo preciosista.

En el reparto, cada cual asumió su rol con eficacia, trabajando en un espacio escénico imaginario en el que hasta al foso orquestal se aprovechó como un elemento escénico más, siguiendo las pautas de Romain Gilbert. Desde el Fígaro desbordante de energía de Robert Gleadow, pasando por la deliciosa Susanna de Arianna Venditelli, la exquista Condesa de Almaviva de Iulia Maria Dan, el divertidísimo Cherubino de Chiara Skerath, o el impulsivo Conde de Thomas Dolié, todos funcionaron con la mayor eficacia, sumando hasta conseguir una gran noche mozartiana. Ojalá este retorno de la ópera al festival cántabro haya llegado para quedarse. Desde luego, si se hace caso de la aclamación por parte del público, no hay la menor duda de su continuidad.