'El mestre i Margarita': el diablo (simpático) de Bulgákov
CRÍTICA DE TEATRO
Àlex Rigola regresa al Teatre Lliure con una nueva adaptación de la novela del autor ruso
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'El mestre i Margarita'
- Autor Mijaíl A. Bulgákov
- Versión y dirección Àlex Rigola
- Traducción Xènia Dyakonova
- Escenografía Patricia Albizu
- Vestuario Vera Moles
- Iluminación Raimon Rius
- Sonido Igor Pinto
- Intérpretes Francesc Garrido, Nao Albet, Laia Manzanares Frank Capdet, Nil Cardoner, Biel Duran, Jordi Figueras, Miranda Gas, Roger Julià, Sandra Monclús, Carlota Olcina, Jordi Rico, Carles Roig, Xavi Sáez
- Lugar Teatre Lliure, Barcelona
La obra maestra de Mijail Bulgákov (1891-1940) retorna al Lliure veintidós años después del montaje de Xicu Masó en versión de Jean Claude Carrière: 'El Maestro y Margarita', traslación literaria del infierno totalitario. Bulgákov cayó en desgracia en 1926 ... tras el estreno de 'Los días de Turbin', adaptación teatral de su novela 'La Guardia Blanca'. Se cuenta que Stalin vio la obra varias veces… Así comenzó el ostracismo del Maestro. Y así nació un manuscrito quemado y reescrito a lo largo de una década. 'El Maestro y Margarita' vio la luz en 1966, veintiséis años después de la muerte del escritor. Bulgákov alcanzó la cumbre de la literatura rusa del siglo XX. También la cumbre del pop: Marianne Faithfull le pasó la novela a su novio Mick Jagger y aquella lectura inspiró 'Simpathy for the Devil'.
Dramatizar a Bulgákov no es tarea fácil. Y Álex Rigola, que también vuelve al Lliure desde su 'Ivanov' de 2017, supera el reto con una puesta en escena que alterna de manera diáfana los tres planos narrativos de la historia: la subversión del Moscú burocrático y mentiroso por el Diablo Woland (excelso Francesc Garrido) y su cuadrilla; el retorno al pasado con Poncio Pilato y la crucifixión de Jesucristo y la peripecia del Maestro que no es otra que la del propio Bulgákov, acorralado por el régimen estalinista y arropado por Margarita. Una novela de más de quinientas páginas en dos horas y media que transcurren tan veloces como la magia negra de Woland en el Teatro Nacional de Moscú. El Diablo de Bulgákov se enfrenta al ateísmo comunista para vindicar la existencia de Dios porque esa existencia justifica la suya como contrario.
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La música disco y el bálsamo espacial de Vangelis configuran la atmósfera sonora de cada momento en esta representación de catorce actores con cañones de lluvia dorada. Y lo que es más importante, ese Woland que desvela la pequeñez del ser humano: hipocresía de la miseria moral y sus corruptelas. Que mal lo debió pasar Bulgákov para demostrar que incluso el Diablo podía ser más simpático que Stalin. Su mensaje sigue vigente en estos tiempos de censura en nombre del bien.
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