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«Amo actuar con todos los poros de mi piel» Marta Etura _ Actriz

Marta Etura es el exponente perfecto de los jóvenes -y rodados- valores que nuestra cinematografía tiene que cuidar con mimo. En ella confluyen con una naturalidad fuera de lo común el conocimiento de los entresijos de la interpretación, junto a una importante preparación para hacer exportables sus trabajos en otros idiomas.

Desde que Joaquín Oristrell la descubrió para encarnar a la Belén de «Sin vergüenza» (2001), Etura ha demostrado a la crítica que no hay género que se le resista, quizá porque inspira confianza en los directores -sólo falta, de momento, que le haga una llamada Balagueró para entrar en el género de terror de su mano-. Esta semana nos llega en «7 minutos», ni uno más, ni uno menos, que son, como apunta la película de la cineasta y psicoanalista Daniela Féjerman (el 50 por ciento del dúo formado junto a Inés París), para saber «si una persona te puede hacer tilín como para volver a tener una cita con una posible media naranja», según explica la actriz nacida en San Sebastián a finales de 1978.

Etura pone la carne en el asador desde aquella oportunidad que le brindó Oristrell -«un gran guionista y director que sabe lo que quiere el espectador», dice la actriz-. Cuando entra en acción dentro de un plató, en un escenario o a tiro de las múltiples miradas de las cámaras de televisión, «es casi imposible actuar y a la vez enterarse de cuál de ellas está pinchándote». Sabedora de esos trances. Féjerman, aunque se trata de un largometraje para cine, ha utilizado el último método para ofrecer más frescura a las escenas que cuentan a la vez con el plantel entero de actores que componen la nómina de «7 minutos». «Puedes percibir algo», dice Etura, «pero es mejor centrarte en lo tuyo y estar siempre en el personaje», argumenta, antes de explicar que el eje de esta cinta, una comedia romántica, «habla sobre personajes que buscan huir de la soledad y lo intentan remediar acudiendo a veladas en las que uno tiene los minutos del título para hablar con cada uno de los asistentes -y viceversa-, que luego votarán por internet a quienes más les hayan gustado. Y si coinciden, la empresa que monta las reuniones les prepara una cita».

Profesora neurótica

A ella le ha tocado ser Nerea, «una neurótica profesora de universidad insegura que cree no gustar a los hombres». Cualquiera diría que con la agilidad de su espléndido físico trabajado en la danza -también está preparada para cuando se lo pidan los directores- Etura puede pasar inadvertida. La profesora neurótica es su empeño laboral. Con lo que ella no cuenta, o no le da importancia, es que las lentes escudriñan con deleite cada ángulo o diminuta expresión de su personalísimo rostro. «Tiene que ser porque me meto mucho dentro de los personajes y creo en ellos, mi pasión es inmensa hacia la profesión. Amo actuar con todos los poros de mi piel», certifica, quizá para evadir que le hable de la importancia para un actor o actriz de dicha circunstancia, y que nada tiene que ver con la belleza.

Le pongo como ejemplo una declaración de la recordada, bella y buena actriz Romy Schneider: «Hay muchas chicas más guapas que yo, mejores actrices, con físicos impresionantes y cejas sin tantas depilaciones como las mías. Sin embargo, la cámara me quiere a mí». Los ojos de la actriz española hablan antes que su boca por respeto a la curtida Schneider, que supo sortear a la vida pero no a una muerte deseada. Maximilian Schell, con quien ha rodado hace poco «Flores negras», de David Carreras, comentó el tirón de la española nada más verla actuar, y Manuel Gutiérrez Aragón la describe como «un ser que emana luz propia».

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