'Pepita Jiménez': Albéniz, ¿por qué te escondes?

CRÍTICA DE ÓPERA

El Teatro de la Zarzuela abre su temporada con una nueva producción de la obra, en la versión de Pablo Sorozábal

'Pepita Jiménez', como si Hitchcock hubiera hecho a García Lorca

Ángeles Blancas, en una escena de 'Pepita Jiménez' Gemma Escribano

Crítica de ópera

'Pepita Jiménez'

  • Música Isaac Albéniz
  • Libreto Francis Burdett Money-Coutts
  • Versión Pablo Sorozábal
  • Dirección musical Guillermo García Calvo
  • Dirección de escena Giancarlo del Monaco
  • Intérpretes Ángeles Blancas, Antoni Lliteres, Ana Ibarra, Rodrigo Esteves, Rubén Amoretti, Pablo López, Josep Fadó, Iago García Rojas, Coro del Teatro de la Zarzuela, Orquesta de la Comunidad de Madrid
  • Lugar Teatro de la Zarzuela, Madrid

La inauguración de la nueva temporada del Teatro de la Zarzuela ha puesto de acuerdo al complaciente público del día de estreno: 'Pepita Jiménez', la ópera de Isaac Albéniz, es a todas luces un espectáculo fallido, en el que las malas ideas ... que sostienen su fósil escenificación se suman al desastre de una interpretación fuera de lugar. El miércoles, tras la primera representación y con el telón caído, algunos aplausos acompañaron a los cantantes y al director musical Guillermo García Calvo, como preámbulo a los abucheos que empezaron a multiplicarse por la sala tras la aparición del director de escena Giancarlo del Monaco. Que este se volviera hacia el público llevándose las manos a las orejas en actitud de no estar escuchando correctamente, al margen de demostrar una arrogancia fuera de lugar, solo cabe interpretarse como una pataleta infantiloide propia de quien estaba asumiendo lo que él mismo posiblemente ya intuía.

No hará muchos días que Del Monaco, hombre de palabras grandilocuentes y opiniones sospechosas, explicaba en una entrevista que Europa está hundida en una decadencia absoluta. Por lo visto, no hay interés en hacer nada nuevo ni original, decía con la resignación del héroe vencido. La pregunta que surge es por qué razón ha asumido entonces el reto de poner en escena 'Pepita Jiménez', por qué sigue al pie del cañón y no ha dejado el puesto a algún otro director con ganas de vivir y capacidad para explicar, en el sentido que sea, que esta obra puede ser algo más que una torcida historia obligada a construirse sobre el tópico de un sicologismo torpe e inmediato. Del Monaco tira de oficio y recurre a un gran andamio que vuelve a ser prisión y laberinto de una confusión mental (Bieito ya usó celdas verticales en la última 'Pepita' vista en Madrid); todo oscuro, por supuesto; giratorio (y demasiado ruidoso), para que no falte la tentación de la locura; corrala de observadores, para que el voyeurismo también tenga su sitio, y escondite para que la violación por un lado y el tortazo 'sado' por el otro acaben de subrayar lo evidente.

El sicologismo de Del Monaco está, a estas alturas, demasiado trasnochado. También su pretensión narrativa, construida bajo el truco de la inmediatez. Es decir que la obra se corta por aquí y por allá porque así sintetizando todo en 70 minutos se evita la incomodidad de dar sentido dramático a extensiones temporales que aparentemente aligerarían la tensión y que, por tanto, son difíciles de gestionar. Vamos, que esta 'Pepita Jiménez' no se ofrece en su versión definitiva, aunque eso se diga. Y además se le niega su verdadera razón de ser, una vez que el Teatro de la Zarzuela decidió presentarla tomando como versión de trabajo la profunda adaptación que Pablo Sorozábal hizo del libreto y la música en 1964, anteponiendo su innegable olfato teatral. No merece la pena volver sobre el motivo por el cual Albéniz construyó varias versiones de la obra, en distintos idiomas, publicadas en diversas ediciones, algunas modernas, ni tampoco sobre la razón que impulsó a Sorozábal a acometer su trabajo de manera tan tajante. El estupendo artículo de Mario Lerena y el exhaustivo esfuerzo de documentación hecho por Víctor Pagán para el programa de mano lo explica todo con mucha claridad. Estas ediciones siguen siendo uno de los grandes activos del Teatro de la Zarzuela.

Entonces, ¿dónde está Albéniz?, cabe preguntarse. A las capas del infortunio y de la supuesta impericia como compositor teatral que lo acallaron durante tanto tiempo; a la reconstrucción de Sorozábal y a su criterio reformador se suma ahora todo lo que envuelve a esta producción, incapacitando la promoción actual del título con un mínimo de decencia. Al acabado final contribuye de manera muy consciente el director musical Guillermo García Calvo, incapaz de hacerse con la imposible Orquesta de la Comunidad de Madrid. Mucho tiempo, demasiado, lleva el foso del Teatro de la Zarzuela ofreciendo una imagen sonora impropia del sitio. Algo habrá que hacer para poner orden en una agrupación cuyas carencias son evidentes y contumaces.

 

En referencia al primer reparto vocal, entre las tres posibilidades que se barajarán durante las catorce funciones anunciadas, apenas queda resquicio. Se salva el tenor mallorquín Antoni Lliteres, como sustituto de Leonardo Caimi, porque gracias a la normalidad y sensatez con la que dibuja al joven seminarista Luis de Vargas es posible adivinar la calidad lírica de la obra. De la protagonista, Ángeles Blancas, solo cabe decir que sus condiciones histriónicas abocetan la pasión desmedida de Pepita Jiménez y se prolongan en una vocalidad agotada y difícil. La mezzosoprano Ana Ibarra en el papel de Antoñona no pasó de lo suficiente, muy en consonancia con el resto del reparto masculino. 'Pepita Jiménez' se presenta en una nueva producción del Teatro de la Zarzuela y lo hace en el justo momento en el que apenas se recuerda la 'Albéniz Renaissance' que tanta pólvora gastó en la primera década del siglo tratando de revitalizar al compositor en el ámbito de la música vocal y escénica. Es mucho lo que esta 'Pepita Jiménez' podría haber hecho en favor de su memoria y del debate que entonces se puso en juego. Por el contrario, lo que consigue es mejor olvidarlo. Otra vez será.

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