«Las redes son el Apocalipsis del sentido común»: la honestidad brutal de las mejores frases de Calamaro
El artista argentino tiene todavía mucha guerra que dar, pero su legado de sentencias libres de autocensura ya es inigualable
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Nacho Serrano
«La autocensura es peor que la censura», decía Andrés Calamaro hace unos meses en una entrevista con ABC. Para el artista argentino no hay nada peor que callarse lo que uno piensa, y nunca ha dejado de demostrarlo. Ni en los peores tiempos ... del ofendidismo tuitero. «Ofender la opinión no tiene nada de trágico y, a veces, hasta merece la pena. Me importa más el bien común y la honestidad creativa que vender una entrada más o menos en un concierto», añadió entonces El Salmón, un santo irrenunciable de la hagiografia rockera hispana que ha dejado infinidad de sentencias para el recuerdo en las páginas de este periódico, tanto en entrevistas como en artículos firmados por su puño y letra. Estas son algunas de las más memorables.
Sobre su juventud en plena dictadura argentina: «En el mejor de los casos sacamos músculo y nos curtimos en la adversidad. Fumar canutos y tener el pelo largo era delito. Fueron años complicados en los que terminar en comisaría era más que inquietante. Todo lo que nos gustaba era ilegal, inmoral y bastante peligroso. Todavía no sabemos el daño que nos ha hecho vivir tantos años en una dictadura y en profundas crisis sociales, económicas y políticas. Somos una generación bastante golpeada».
Sobre el éxito: «Al éxito se lo desprecia. Es la definición española de bohemia, desprecio a la disciplina, el éxito y el dinero. El reconocimiento de las redes sociales es insignificante o una vulgar mierda para comerse el coco, la crítica musical ha perdido espesor en tanto los periodistas son mercenarios de una línea editorial. Las tiendas de discos han cerrado un 99%… El único éxito razonable es el respeto de mis colegas de oficio».
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Sobre el fracaso: «La vida es como el fútbol o el tenis, la derrota está asegurada y el triunfo hay que trabajarlo. Si a algo estoy acostumbrado, es a las derrotas, como cualquier persona normal».
Sobre la profesión de cantante: «Cantar es como torear, trasciende la letra y la música. Soy un músico de segunda fila que ha devenido en cantor y siempre siento que puedo hacerlo mejor. Tampoco diría que soy un verdadero cantante, sino un instrumentista que ocupa el lugar vacante de un cantante mejor».
Sobre las polémicas en redes sociales: «Un rockero que espera la validación de terceros está loco o es un idiota. Los comentarios en internet no constituyen crítica ni pensamiento ni opinión, son un montón de excremento. Las redes son un mecanismo ridículo que se presenta como el Apocalipsis del sentido común y las cosas buenas».
Sobre la tecnología: «Las telecomunicaciones constituyen el suicidio asistido de la cultura occidental instalada en el siglo pasado».
Sobre Spotify: «La radiofonía se ha diluido en miles de burbujas digitales, un computador es una potencial estación de radio cutre. Tener presencia en la plataformas de streaming me importa un pito, los algoritmos están diluyendo el bien común y la razón. La cosa digital me vale verga».
Sobre el Papa argentino: «Advierto que el papado de Francisco (alias Jorge) cambió la imagen del Vaticano y también la del del propio Bergoglio, que prestó servicio muchos años en Argentina, incluyendo el arzobispado de Buenos Aires. En un mundo partido al medio (en varias partes o pedazos) se presenta como Papa Negro, un jesuita con detalles de humanismo progresista, si es que cabe decirle progresista a un Papa. No nos conocemos en persona pero asumo que ha mejorado la imagen del papado y la Iglesia como institución. En Argentina se le interpela como Papa peronista».
Sobre España: «Que se cuide a sí misma y se quiera más, a sus culturas, a abrazar al flamenco y la tauromaquia, que están amenazados (...) Ya soy más español que la mayoría de los españoles por la razón más sencilla, no saben lo que tienen, ni quiénes son sus paisanos y vecinos. Ni siquiera advierten el nivel de vida exquisito que tienen, la tolerancia y la cultura que se empeñan en discutir. Quizás tengan el mejor país del mundo en casi todo y no quieren ni darse cuenta. Renunciar a la patria y la bandera consiste en algo que ni merece llamarse traición».
Sobre su deporte favorito. «El boxeo ha sido proscrito de los periódicos y la televisión, un país sin interés por el boxeo es un país de cobardes. La nobleza poética intrínseca del mundo de la pelea es inabarcable».
Sobre las drogas: «Las sustancias prohibidas cambiarían el curso de la historia si fueran 'commodities'. Imagínese Afganistán, Bolivia, Perú, Colombia y Marruecos… Estaríamos hablando de potencias poderosas como las petroleras y financieras. Si se regula el tránsito del cannabis, que sea un nuevo orden mundial y que involucre a Marruecos. En lo que a mí respecta es lo único que importa».
Sobre los impuestos: «De impuestos no hablemos, porque es un terreno delicado que afecta a la supervivencia de las clases medias. Basta de recaudar, es un afán horrible. El pozo pandémico huele a negociados turbios que mueven obscenas cantidades de dinero».
Sobre el premio Nobel de Bob Dylan: «Seguramente Dylan se fume el premio. No faltará quien diga que si lo recibiera Keith Richards se lo fumaría en una gota deslizándose o lo espifaría junto con otras cenizas».
Sobre Madrid: «Madrid, trinchera y barricada, insumisa y libre, liberal. Contracultural. Una ciudad que se permite dudar de la nueva 'dictablanda' de la agenda multicultural, de la anticultura que parece asomarse como destino -que refluye sus alas color aceituna y barro- sobre la vieja Europa, amenazada por un plan sospechosamente globalista, superficial y caprichoso, de tolerancia intolerante, un nuevo moralismo hipócrita. Madrid como un bálsamo ante la demagogia oportunista declarada, la ingenuidad y el cinismo rampantes y dominantes. Madrid, eres trinchera y barricada, suculenta, pero amenazada; resistente civilizada y contemporánea».
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