Gilberto Gil, vibrante exhibición de poderío tropical en Pedralbes
El brasileño, en plena forma a sus 80 años, ofreció en Barcelona y arropado por su familia el único concierto en España de la gira 'Nós A Gente-We The People'
Barcelona
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Iniciar sesiónAcaba de cumplir 80 años, pero no parece que la jubilación figure entre sus prioridades. Ni siquiera, se dice pronto, entre sus planes de futuro. No mientras tenga una guitarra que abrazar y un micrófono en el que cantar. La voz, agrietada por el paso ... del tiempo, ya no es aquel arrullo hipnótico y algodonado que acunaba 'Miserere Nobis', pero ni siquiera eso parece importar demasiado. Porque la vida fluye y junto a ella se desliza, a veces incluso se arranca a bailar, Gilberto Gil (1942), padre fundador del tropicalismo y humanista con un pie en la samba y el otro, siempre inquieto, espoleando la revolución. «Celebrar la vida es una obligación constante», dejó dicho hace años. Y como no hay nada mejor que predicar con el ejemplo, a eso mismo se ha dedicado el sabio de Bahía durante toda su vida.
Solo o acompañado, mano a mano con Caetano Veloso o rodeado por su extensísima familia, el brasileño siempre ha hecho bandera de la vitalidad, embarcado en un sinfonía que, como él mismo dice en la reciente serie documental 'En casa con la familia Gil', no tiene fin. Una sesión continua que, bendita longevidad, anda estos días emitiendo bajo el título de 'Nós A Gente-We The People', grito de guerra de una gira que hizo parada anoche en Barcelona. Único concierto en España, entradas agotadas y llenazo en las gradas del Festival de Pedralbes.
Asuntos de familia
Arropado por hijos, nietos, nueras y bisnietos, toda una factoría familiar al servicio del ritmo y un 'family affair' que ríete tú de Sly & The Family Stone, un pletórico Gil siguió tirando de ese hilo que atraviesa décadas, estilos y continentes para apelar una vez más al poder transformador de la música. También para reivindicar un legado familiar que, sobre el escenario, se tradujo en una juerga intergeneracional con críos corriendo por el escenario, hijas y nietas al micrófono para exhibirse con 'Amor até o fim' y 'Deixar Vocé', y un niño que, futura estrella del rock, se pasó toda la noche haciendo ver como que tocaba la guitarra.
Arropado por hijos, nietos, nueras y bisnietos, Gil fundió bossa, reggae y funk en una actuación de energía desbordante
El trabalenguas funk de 'Barato Total', guiño a Gal Costa e infalible como recurso para romper el hielo, descorchó la velada y preparó al público para lo que estaba por venir. Por delante, casi dos horas de vibrante frenesí tropical, himnos de raíz africana y guiños a viejos héroes y antiguos compañeros. Gil, con una camisa de vistoso estampado, era el centro de gravedad de una banda de nueve músicos, cuatro coristas e imponente sección de percusión que viajó a los dominios de Olodum con 'Nos Gente (Avisa lá)', presentó sus respetos a Jobim con una celebrada relectura de 'Garota de Ipanema' y, de la bossa al reggae, puso rumbo a Jamaica con 'Esoterico'. Deprisa deprisa. Que no decaiga.
El público brasileño presente en el recinto celebró 'Palco' como un gol de Neymar contra Argentina («esta es una canción muy conocida en Brasil, pero no tanto en la región de Cataluña», anunció el músico) y, aprovechando que aquello ya era tierra conquistada, recuperó la versión del 'Get Back' de los Beatles que acostumbraba a hacer junto a Rita Lee. Un monolito de pop de los sesenta y cima que parte de los espectadores aprovecharon para clamar en contra de Bolsonaro. «Es lo que la sociedad brasileña quiere», dijo Gil recogiendo el guante.
Con el segundo acto llegó la bossa desnuda y esencial de 'O pato'. En escena, solo Gilberto y un guitarrista viajando a los orígenes de la música brasileña. El receso, sin embargo, duró poco: lo que tardó el de Salvador de Bahía en ceder el protagonismo a su familia mientras buena parte de los asistentes se deshacía con 'Várias Queixas' de los Gilsons, banda formada por hijos y nietos de Gil, y enloquecía con 'Sinais de Fogo' y 'Vá se Benzer', ambas cantadas por Petra Gil.
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Al, final, y como era de esperar, la noche derivó en explosiva exhibición de poderío rítmico: del irresistible hormigueo y los coros de plata líquida de 'Andar con Fé' al ímpetu eléctrico de 'Nos barracos da cidade' (Gil, desatado, brincaba como un cincuentón recién salido de una clase de 'spinnning'), y de la aparición especial de la cantante Juliette a ese final pirotécnico con 'Toda Menina Baiana'.
Ochenta años tiene. Casi nada.
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