Aparecen diez tesoros inéditos de Camilo Sesto

Esta recopilación, que ve la luz este viernes 18 de noviembre, se publica con el subtítulo de 'la colección definitiva de Camilo Sesto', y pone buenos motivos para ello. Se trata de una cuidada edición deluxe con cuatro CD en un libro de gran formato de 200 páginas con un texto introductorio de Oscar García Blesa, las letras de todas las canciones, información exhaustiva, portadas de todos los singles y material fotográfico exclusivo.

Los CD 1 y 2 contienen en orden cronológico los 40 singles oficiales de la etapa en Ariola y Sony de su carrera, y en ellos se puede apreciar la evolución del artista a lo largo de los años. Los CD tercero y cuarto incluyen 42 canciones entre caras B, rarezas, curiosidades, versiones en otros idiomas y 10 temas completamente inéditos encontrados en cintas multipistas de sesiones de grabación.

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En total son 82 canciones, de las que 40 son singles y 42 son rarezas e inéditos no disponibles hasta ahora, que los compradores más tempraneros podrán adquirir junto a un single exclusivo en vinilo de color de 'Perdóname', replica del original de 1980 pero con 'Perdóname (demo)' en la cara B, una joya que hará las delicias de los fans y coleccionistas de todo el mundo.

Las canciones inéditas aparecieron de una forma casi milagrosa. La compañía discográfica propietaria de los masters, Sony, envió una ingente cantidad de grabaciones originales al productor Pepe Herrero (que ya trabajó en el recopilatorio 'Camilo Sinfónico' en 2018) para remasterizarlas y reeditarlas en este nuevo lanzamiento, y cuando le llegaron, se dio cuenta de los archivos no constaban agrupadas por canciones, sino pista por pista. Así, tuvo que escuchar todo por separado en una tarea extremadamente laboriosa en la que sin embargo, no pasó por alto que iban apareciendo temas que nunca habían sido publicados. Como descubrir un tesoro.

El extenso libreto del álbum es también una joya en sí mismo, con apuntes, recuerdos y reflexiones del escritor y guionista Óscar García Blesa, que describe a Camilo Sesto como un artista con «una imagen que se asocia a la de un artista excesivo, una estrella enclavada en un género de otra época, un nombre familiar cuyo talento resulta lejano, y que pocos asocian al autor de una obra de éxito monumental, al cantante extraordinario, un productor superlativo avanzado a su tiempo, uno de los compositores más importantes de su generación y un músico inimitable, un artista valiente y polifacético que compuso y produjo la mayoría de las canciones que interpretó durante más de cincuenta años de carrera».

Tal como señala García Blesa, la carrera de Camilo Sesto se vio tristemente caracterizada por unas reacciones del público hacia su obra y su figura que, en cierto momento, derivaron hacia el olvido o incluso hacia una injusta caricaturización. «A diferencia de otros territorios con profundo arraigo artístico, donde sus ídolos son poco menos que divinidades inmortales, España es olvidadiza e ingrata con sus estrellas», asegura el autor del libreto, que destaca que Camilo era capaz de despachar 13 millones de álbumes al año durante buena parte de los años setenta, liderar las listas de ventas a los dos lados del Atlántico y cimentar una popularidad casi ilimitada, «pero a pesar de su descomunal triunfo local e internacional, tuvo que combatir contra un ejército de prejuicios, en un país acostumbrado a maltratar al triunfador». Y es que en opinión de Blesa, muchos desconocían que coleccionaba «un batallón de canciones lo suficientemente buenas como para entronizarle en el Olimpo de los artistas inmortales».

Estos prejuicios estallaron (casi literalmente, pues sufrió amenazas de bomba) en el estreno de 'Jesucristo Superstar' en 1975, que le consagraría definitivamente como artista universal en «una proeza artística que lo enfrentó a la censura, y al desdén de quienes consideraban que el protagonista no daba la talla para protagonizar a un Jesucristo con piel de rock».

Blesa cuenta que la última vez que se despidió de Camilo, el cantante seguía «esbelto, pero ahora extremadamente delgado». Tal como pudimos ver todos en sus últimas apariciones públicas, «su cuerpo era frágil, como de porcelana», describe el escritor. «Cariñoso y atento, recibía los abrazos como un escudo protector, la coraza defensiva de una figura cansada. Mientras nos despedíamos por última vez, guiñó un ojo y sonrió, y con sus largos dedos volvió a delinear acordes de guitarra imaginarios al aire. El músico se despedía mientras sus canciones apuntaban a la eternidad».