Biznaga: a guantazos con el futuro

La banda madrileña presenta en el Let's Festival su último trabajo, el furioso y brillante 'Bremen no existe'

Biznaga: «Estamos al borde del abismo del fin de la posmodernidad»

Biznaga, durante su actuación en el Let's Festival Fernando Mella

David Morán

Barcelona

Estrellas rojas del punk. The Clash en versión doméstica, que no domesticada. Los mismos movimientos, idénticos mordiscos a las guitarras. No hay futuro, vale, pero el presente tampoco está tan mal. Por lo menos este. El Pumarejo, noche cerrada y el cuarteto madrileño presentando ' ... Bremen no existe'. ¿Su mejor disco? Probablemente. Los Carradine miraban al 'no future' con resignación, pero Biznaga se revuelven entre coces y manotazos.

Formación tricolor. Rojo, negro y blanco y brazaletes en las camisas. Cuellos alzados, una Telecaster. Ahí está también la velocidad. Y la rabia. Sobre todo la rabia. Punk espídico y desmadrado, himnos de combate servidos con la voz rasgada y las guitarras en llamas.

Era su primera vez en L'Hospitalet aunque, como dice el bajista, Jorge Navarro, en realidad es lo mismo que Barcelona, ¿no? Parte del público discrepa, claro, quizá porque si de algo va el coqueto Let's Festival, con su mes de actuaciones en Salamandra, El Pumarejo, Oncle Jack y The Garage y sus conciertos de Los Punsetes, Pau Vallvé, Cariño y Elefantes, entre muchos otros, es precisamente de descentralizar giras y actuaciones y nutrir la periferia de actividades de interés.

Así que no, no es Barcelona, pero tampoco pasa nada. 'Una ciudad cualquiera', embestida como de camión de mercancías con los frenos cortados, y todos tan amigos. Sin bises. Como debe ser. Antes de eso, una hora de energía en bruto y punk airado. Acoples, un micrófono que ha decidido declararse en huelga en el momento más inoportuno y algún que otro problema de sonido fruto de las prisas. Nada grave.

Si se trata de cantarle a las trampas del futuro y las desilusiones del pasado, a generaciones atrapadas en el bucle de las crisis permanentes, los madrileños no tienen rival. «Crees que has acabado con el pasado / Y el pasado no ha acabado / Contigo aún», braman nada más asomar la nariz con 'Una historia de fantasmas'. The Jam, La Polla Records, los Sex Pistols. Los primeros Manic Street Preachers pasados de revoluciones. 'Contra mi generación', 'Máquinas blandas', 'Espíritu del 92'... Sin tregua. A guantazos con el futuro.

Vienen con guitarrista nuevo, Álvaro, un chaval de 19 años que imprime ímpetu y velocidad y toca apretando mucho los dientes. También es todo un espectáculo ver al batería Jorge 'Milky' Ballarín en acción. Es un ciclón. Como un octópodo sacudiendo timbales y platos, encadenando redobles con precisión quirúrgica. Como Topper Headon, vaya.

Y siguen cayendo. Una despendolada 'Domingo especialmente triste' con Rosa y Stefanía de Sandré a los coros; 'La escuela nocturna' afilando su lado más pop; 'Líneas de sombra' y su estampida de guitarras arremetiendo contra el desencanto generacional; 'Madrid nos pertenece' como arrollador himno de amor-odio a la capital… Una hora de rock combativo y feroz. De punk veloz, electricidad contagiosa y canciones de amor contra todos.

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